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Actualizado: 13 de julio de 2025
A la izquierda ó el oriente corren de norte á sur los Alpes formando tres líneas superpuestas: una en que se destacan entre las nubes los empinados picos cubiertos de nieve; otra inferior, azul, vaga y casi nebulosa, de montañas gigantescas pero sin puntos culminantes, y otra, en fin, mas baja y perceptible, compuesta de complicados cerros y colinas que van descendiendo en anfiteatro hasta encontrar su asiento en las llanuras del Delfinado y la Provenza, en uno de cuyos centros demora la ciudad de Grenoble.
No os dé pena; que os prometo Que no hay nieve tan helada; Pero he nacido obligada Á su amor y á su respeto. 2290 No puedo hacer más por vos Que decir que os he querido: En fe de lo cual os pido, Y del amor de los dos, Que una cosa hagáis por mí. 2295 ¿Como ausentarte, mi bien? Después de tanto desdén, ¿Esto merezco de ti? DO
Mira otra vez el reloj. La una. Fué á esta misma hora dice sin preámbulo, saltando del pensamiento á la palabra para continuar un monólogo mudo . Hoy hace cuatro meses. Y mientras él sigue hablando, yo veo la noche obscura, el valle cubierto de nieve, las montañas blancas, de las que emergen hayas y pinos sacudiendo al viento las vedijas algodonadas de su ramaje.
«Tú das la vida y la fuerza. Los otros dioses anhelan que los bendigas. La inmortalidad y la muerte son tu sombra. ¿Eres tú el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?». «Las montañas cubiertas de nieve y las agitadas olas del mar anuncian tu poderío. Tus brazos abarcan la extensión de los cielos. ¿Eres tú el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?». «Tú iluminas el éter.
La luz, que tamizaban esmaltadas vidrieras, llegaba lánguida, medido el paso por una inalterable igualdad, y se diluía, como copo de nieve que invade un nido tibio, en la calma de un ambiente celeste. Nunca reinó tan honda paz; ni en oceánica gruta, ni en soledad nemorosa.
Hasta los lagos quedaron sepultados: el hielo de su superficie tiene encima enormes capas de nieve, y á veces no se sabe encontrar el sitio de sus cuencas. Si acaso, alguna hendidura permite ver en el fondo de un abismo la superficie del lago, tranquila, negra, sin su reflejo: parece un pozo, una sima sin fondo.
Se columbró muy pronto la mancha gris del pedregal sobre el fondo blanquísimo y esponjado de la nieve; diez minutos después se dibujó perfectamente la boca de la cueva, y desde un poco más adelante, algo que no estaba enteramente quieto dentro de sus mandíbulas abiertas y desencajadas; cincuenta pasos más, y hasta los menos sutiles de vista conocieron en lo que parecía mendrugo de aquel gaznate descomunal y olfateaban ya los perros de la caravana, a Pepazos en cuerpo y alma.
Vense no más que agudos picos, campanarios excéntricos, espantosas y negras mamilas, dientes atroces de tres puntas, y toda esa masa de lava, de basalto, de fundiciones de fuego, está coronada de lúgubre nieve.
La lucidez de mi amoroso anhelo entrevé tu límpida mirada, que a través de las sombras de tu velo me hiere el corazón como una espada. Marchando, silenciosa y recatada, hacia el altar, con religioso celo, pareces una virgen arrancada de las alturas del divino cielo. La nieve de tu frente se ilumina cuando el ungido tu presencia acierta y a darte el cuerpo de Jesús se inclina;
La historia de un arroyo, hasta la del más pequeño que nace y se pierde entre el musgo, es la historia del infinito. Sus gotas centelleantes han atravesado el granito, la roca calcárea y la arcilla; han sido nieve sobre la cumbre del frío monte, molécula de vapor en la nube, blanca espuma en las erizadas olas.
Palabra del Dia
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