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Actualizado: 13 de julio de 2025


Un viaje de treinta y ocho días... El príncipe no quiere... Pocas veces se verá esto... Es el primer sable de Siberia. El jardín estaba cubierto de nieve. Aún era de noche, y la luna fugitiva lo iluminaba con unos rayos diagonales, extendiendo desmesuradamente la sombra de los árboles. Más de cien hombres formaron dos masas negras en los bordes de una avenida.

La nieve caía tras los cristales; pero en el gran edificio del tribunal hacía calor. Había mucha gente, y los que frecuentaban el tribunal en cumplimiento de su deber como, por ejemplo, los reporteros judiciales se hallaban allí muy a gusto.

Por bajo de las grandes cumbres y de los círculos superiores, donde se amontona la nieve en capas altas como casas, se ven á medias los bosques de abetos.

El Monte-Blanco es el monarca de las montanas; esta coronado desde muchos siglos con una diadema de nieve sobre su trono de rocas. Esta revestido con un manto de nubes: los bosques forman su cenidor, tiene un avalange en sus manos como un rayo amenazador; pero espera mis ordenes para dejarlo caer en el valle.

Este es Juan de quien tanto os he hablado, a quien acabo de encontrar en la calle a punto de morirse helado entre la nieve... ¡Vamos, vestíos pronto! La noble familia de Santiago vino inmediatamente a abrazar al pobre ciego. La voz de la esposa era dulce y armoniosa: Juan creía escuchar la de la Virgen: notó que lloraba cuando su marido relató de qué modo le había encontrado.

Sin embargo de lo cual, me añadió, en aquel mismo puerto pastaban en los primeros meses del verano, y sin riesgo alguno por lo común, muchas cabañas de ganado, hasta de los valles de la marina, y aun me enseñó algunas chozas de vaqueros, recientemente abandonadas y que muy pronto desaparecerían bajo la nieve.

Debajo de estos bosques duerme segura la aldea, cuyas casas blancas déjanse ver apenas entre el follaje. En los ángulos y rincones del valle la escarcha es tan fuerte que parece un manto de nieve. El cielo está diáfano, de un azul pálido, tirando a verde en el Levante, oscuro hacia el Poniente.

El perfil de rocas y nieves resalta con limpidez en el cielo azul; á pesar de la distancia enorme, el monte, azulado también como las profundidades aéreas, se dibuja con todos sus relieves de aristas y promontorios; distinguimos los valles, las quebradas, los precipicios; á veces, al ver un punto negro que se mueve lentamente en la nieve, hasta podemos, con auxilio de un catalejo, conocer á un amigo que trepa á la cima.

Por los regueros que traza el vaho al licuarse se ven montañas altísimas y blancas, bosques de hayas encaperuzadas de algodón, caseríos que tienen gruesos planos nos de nieve sobre las vertientes de sus tejados. Estamos atravesando la Saboya francesa; subimos, con bruscas alternativas de lobreguez de túnel y picante luz de nieve, las laderas de los Alpes. Nos aproximamos á Italia.

El cielo continuaba obscureciéndose y el chispear de la nieve espesando. Me gustó el síntoma. Mi tío, aunque entre amagos continuos de la tos, parecía más sosegado, y dormitaba. Facia, sentada lejos de él y atenta a cuanto pudiera ocurrirle, después que yo hube contemplado al enfermo acercándome de puntillas a su cama, me dijo con la mirada: Bien va eso, ¿eh?

Palabra del Dia

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