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Andronico de las ventanas de su Palacio atento y con gusto miraba la pendencia cuando los Genoveses levemente fueron mal tratados, y algunos muertos, y con palabras mostró su ánimo mal afecto contra ellos; pero cuando vió que los Almugavares con su acostumbrado rigor iban degollando cuanto se les ponia delante, temió que todos los Genoveses de Constantinopla no muriesen aquel dia; cosa peligrosa para su conservacion, porque dependia de ellos la paz de su Imperio.

La fortuna pareció divertirse siguiendo los pasos de este hombre que apenas sabía leer ni escribir. Un espíritu diabólico salido de las entrañas de la tierra le hablaba al oído, guiando sus manos. Allá donde él cavaba surgía oro, plata, ó, cuando menos, cobre. Perforaba un pozo para que los mineros de su campamento no muriesen de sed, y, en vez de encontrar agua, saltaba petróleo de su fondo.

Y yo no soy mala, Juan; yo me avergüenzo de eso, y luego me entran remordimientos, y besaría los pies de los que un momento antes quería no ver vivos, y de mi sangre les daría para que viviesen si se muriesen; ¡pero hay instantes, Juan, en que odio a todas las cosas, a todos los hombres y a todas las mujeres! ¡Oh, a todas las mujeres!

Su hijo estaba en peligro... ¡Que muriesen todos los Hartrott antes de que Julio recibiese la herida más insignificante!... Participó de los sentimientos belicosos de su hija, reconociendo en ella un gran talento para apreciar los sucesos. Deseaba ver transportadas á la realidad todas las puñaladas fantásticas de Chichí.

Y en fin concluída la causa se les dió sentencia de ser quemados vivos a cuatro los más culpados en el crímen, más porque no se faltase a la piedad cristiana, se templó la sentencia para que en caso de que se hicieran cristianos, muriesen ahorcados y quemados sus cuerpos después. Ya el jueves a diez y seis de mayo, intimada la sentencia, se disponía la ejecución.

Nosotros mismos no nos atrevemos a pedir que se supriman, porque hay en ellos algo de poético y de nacional, que nos agrada. Nos contentaríamos con ciertas reformas, si fueran posibles. Casi nos contentaríamos con que no muriesen caballos de tan desastrada y fea muerte. En cuanto a los bufos, que, según hemos dicho, tienen hoy más enemigos que los toros, ni reforma ni nada pedimos.

Encontróse acaso el P. Machoni en una ocasión con algunos de estos bárbaros que llevaban á enterrar á la madre de uno de ellos difunta, que poco antes se había convertido á nuestra santa fe, y con ella querían enterrar á un hijito suyo de pocos meses, porque ninguna india, aun sus parientas, quería tomar el trabajo de criarle: quitósele luego de las manos el Padre y por más que con la paga por delante se lo pidió y suplicó, ninguna se movió á compasión; por lo cual se vió obligado mientras vivió el niño á mantenerle con leche de cabra ú oveja, no sin increíble dolor, viendo entre tanto á muchas madres tener pendientes de sus pechos gran número de perritos para que no se muriesen de hambre.

Estaban los monasterios é iglesias llenos de enfermos, que era la mayor compasión verlos morir por aquellos suelos, sin darles recaudo, hasta que el Obispo de Mallorca demandó un casal en que estuviesen, y otras casas en el Burgo, donde los recogió y gobernó lo mejor que pudo. La solicitud deste Obispo fué parte á que no muriesen muy muchos más de los que murieron.

Viendo D. Alvaro este gran desorden, hizo echar bando que cualquiera que matase uno destos que se iban al campo de los turcos, le diesen seis escudos, y así mataron algunos, y así no se huían tantos, y acaeció alguna vez que yendo á matar á los que se iban huyendo desta manera, los que iban tras ellos con sus armas para matallos, se huían también y se pasaban á los turcos, y había muchos que deseaban esta ocasión para huirse; y como los turcos vieron que los cristianos mataban aquéllos que se pasaban á su campo, en saliendo alguno, venían prestamente á defenderle, y al que tomaban á la hora le vendían, y ningún día había que entre día y noche que así de las galeras como del fuerte no se huyesen de 25 hasta 30 hombres, y destos, porque los turcos tenían relación cada hora de lo que se hacía de dentro del fuerte y en las galeras, y habían de mar y tierra aviso de todo, y la causa porque se huían era porque no les bastaba el agua que les daban, y porque era salada y les ponía más sed, y eran forzados de escoger este partido de irse con gran peligro de su vida á beber del agua de la gruta, la cual asimismo era salada, mas tan fresca, que con todo eso bebían hasta hartarse; mas pocos de éstos escapaban, y tenían por menos mal éstos ser captivos, que verse morir sin tener otro remedio, y no había día que por falta del agua de los enfermos y heridos no muriesen 25 ó 30 personas, y vinieron á comer los asnos y los caballos de una compañía que allí quedó, de la cual era capitán Bernardo de Quirós, y asimismo comieron los camellos que habían tomado á los moros, y una gallina se vendía por siete escudos, y no se hallaba, para los enfermos y heridos, y un cuartucho de agua de la cisterna se vendía, vez había, por medio escudo ó uno de oro.

Acercábase á la mitad de su curso el turbulento siglo décimocuarto, y casi nada se habia labrado de nuevo en la catedral . Las disensiones civiles ocasionadas por las competencias sobre el gobierno del reino durante la menor edad de D. Alonso XI, las correrías de Ozmin por el reino de Córdoba, las talas hechas en el mismo por el rey de Granada, las pérdidas de varios pueblos y castillos, los crueles escarmientos ejecutados por el monarca adolescente en los parciales de D. Juan Manuel, eran causas harto poderosas para que muriesen de inanicion las artes en la antigua corte de los califas.