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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Quedáronse todos mudos, perplejos, espantados. ¿Y qué fue, en suma?

Como Semíramis cuando ve aparecer la sombra de Nino para echarle en cara sus trapicheos; como Hamlet cuando oye al espectro de su padre revelándole los delitos de la señá Gertrudis; como Moisés cuando vislumbra á Jehová en la zarza ardiente, así nos quedamos todos: mudos, fríos, petrificados de espanto.

Claudio Bozmediano, que es la persona á quien debemos las noticias y datos de que se ha formado este libro, nos ha contado que cuando los personajes de la reunión sintieron aquellos aldabonazos tan fuertes, se quedaron mudos y petrificados de sorpresa y temor.

Era ésta una gran casa de madera, fabricada al estilo de las que aun se ven en las calles de nuestras ciudades más antiguas; ahora cubiertas de musgo, derrumbándose, y de aspecto melancólico, mudos testigos de las penas ó alegrías de que fueron teatro sus obscuras habitaciones.

Desde las siete de la noche los amigos del finado entraban silenciosos en la sala y tomaban asiento sin proferir palabra. Un duelo era en buen romance una consagración de mudos. La cuadra era el cuartel general de las faldas y de las pulgas. Las amigas imitaban a los varones en no mover sus labios, lo cual, bien mirado, debía ser ruda penitencia para las hijas de Eva.

Con esto se despidieron los dos mozos de mulas, cuya plática y conversación dejó mudos a los dos amigos que escuchado la habían, especialmente a Avendaño, en quien la simple relación que el mozo de mulas había hecho de la hermosura de la fregona despertó en él un intenso deseo de verla.

El doctor hablaba con entusiasmo de la belleza material y moderna de Bilbao: su ría bordeada de fábricas y doks, que parece un trozo del Támesis; sus altos palacios blancos del ensanche, su muchedumbre atareada que llena á todas horas el puente del Arenal. ¡Magnífica jaula! Pero los pájaros mudos, con la cabeza caída, tristes.

Reginaldo y yo nos habíamos quedado completamente confundidos y mudos en presencia de aquello. Al principio creí que estaba viviendo en un mundo encantado de leyendas y romances, pero cuando un momento después el áspero capuchino me recordó lo pasado, mi asombro fue ilimitado. ¡El secreto de Burton Blair estaba descubierto... y era mío!

Su estado nervioso se resiente de esa muda ansiedad que la está matando, y desde ayer hemos pensado con mis colegas en calmar eso... No puede seguir así. ¿Y sabe Vd. concluyó a quién nombra cuando el sopor la aplasta? No ... le respondí, sintiendo que mi corazón cambiaba bruscamente de ritmo. A Vd. me dijo, pidiéndome fuego. Quedamos, bien se comprende, un rato mudos.

Oyó asimesmo Cardenio el ¡ay! que dio Dorotea cuando se cayó desmayada, y, creyendo que era su Luscinda, salió del aposento despavorido, y lo primero que vio fue a don Fernando, que tenía abrazada a Luscinda. También don Fernando conoció luego a Cardenio; y todos tres, Luscinda, Cardenio y Dorotea, quedaron mudos y suspensos, casi sin saber lo que les había acontecido.

Palabra del Dia

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