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Vestía el poderoso comerciante su mejor paño, la dama elegante su mejor seda, y los muchachos artesanos, lo mismo que los hombres del pueblo, ataviados con sus pintorescos trajes salpicaban de vivos colores la masa de la multitud. Movíanse en el aire los abanicos, reflejando en mil rápidos matices la luz del sol, y los millones de lentejuelas irradiaban sus esplendores sobre el negro terciopelo.

Estos valerosos muchachos, hija mía le decía su padre , son los que en los campos de Bailén echaron por tierra con belicosa furia al coloso de Europa. Veo que les miras mucho, lo cual me prueba tu entusiasmo por las glorias patrias. Basta con esto, señores, y no digo más.

Fuime a casa, que apenas acerté, y fue ventura el ser de mañana, pues sólo topé dos o tres muchachos, que debían de ser bien inclinados porque no me tiraron más de cuatro o seis trapajos y luego me dejaron. Entré en casa, y el morisco que me vio comenzóse a reír y a hacer como que quería escupirme. Yo, que temí que lo hiciese, dije: -Tené, huésped, que no soy Ecce-Homo.

Este, que consta de cuatro barras, tiene que ser movido con harta pena por la familia del pescador, su mujer, sus hijas y sus amigos, pues los muchachos están en el mar. Compréndese lo dificultosa que es esta operación.

Yo empeñada en apartarle a usted del camino de la perdición, y usted cada vez más inclinado a seguir por él... Ya se sabe que la juventud ha de tener sus trapicheos; pero los muchachos decentes y bien nacidos desfogan sus pasiones con compostura, antes buscando el trato honesto de personas graves y juiciosas que el de la gentezuela maja y tabernaria.

-No entiendo eso de hacer aguas, Sancho; aclárate más, si quieres que te responda derechamente. ¿Es posible que no entiende vuestra merced de hacer aguas menores o mayores? Pues en la escuela destetan a los muchachos con ello. Pues sepa que quiero decir si le ha venido gana de hacer lo que no se escusa. ¡Ya, ya te entiendo, Sancho!

A un lado hay una puertecita interior que comunica con la cocina, estrechísima y ahumada; en el fondo hay otra que conduce á la alcoba, y mas adentro se ve un dormitorio para los muchachos y alguna despensa ó cuarto particular.

Llevan tres años y pico de lucha en su propio suelo. Son silenciosos y sombríos, como el deber monótono é interminable. Los italianos que vienen al frente francés cantan y adornan sus trenes con ramajes y flores. Los ingleses gritan como un colegio en libertad, y silban, silban para expresar su entusiasmo. Son los muchachos de esta guerra; van á la muerte con un entusiasmo pueril.

Aquí se envía, luego que son mayores, a los muchachos cuando se desea hacerlos hombres. perteneces a ese número, y no te compadezco: eres rico, no eres un cualquiera... ¡y amas! añadió bajando la voz lo más posible. Y con una efusión que jamás había observado en él me estrechó entre sus brazos y añadió: ¡Hasta mañana, querido amigo, hasta siempre!

Salíamos quince o veinte amigos, muchachos alegres todos, y de un galope llegábamos a las chacras de los Olivos y de otro a las barrancas de San Isidro. ¡Cómo hemos cambiado, Julio! ¡Qué fácil y qué llana era entonces la vida, qué gratos recuerdos me traen ese río azulado y tranquilo y esas barrancas siempre verdes y risueñas!