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Actualizado: 7 de junio de 2025
El Magistral arrancó un botón de rosa; con miedo de ser visto; sintió placer de niño con el contacto fresco del rocío que cubría aquel huevecillo de rosal; como no olía a nada más que a juventud y frescura, los sentidos no aplacaban sus deseos, que eran ansias de morder, de gozar con el gusto, de escudriñar misterios naturales debajo de aquellas capas de raso.... El Magistral, perdiéndose por senderos cubiertos por los árboles, bajaba hacia Vetusta cantando entre dientes, y tiraba al alto el capullo que volvía a caer en su mano, dejando en cada salto una hoja por el aire; cuando el botón ya no tuvo más que las arrugadas e informes de dentro, don Fermín se lo metió en la boca y mordió con apetito extraño, con una voluptuosidad refinada de que él no se daba cuenta.
Pero no era uno, sino buena porción los que le estaba aplicando en ambas mejillas. La joven frunció el entrecejo, disgustada de aquellas caricias, que por venir de un viejo no debían de serle agradables. Además, ya se ha dicho que los labios del duque, por efecto de la manía de morder el tabaco, solían estar sucios. ¡Quita, quita! dijo al fin rechazándole . No me sobes más.
El Faro de Sarrió, en su afán de morder a todos los socios del Camarote, a sus parientes y amigos, la había emprendido desde hacía tres o cuatro meses, con la esposa de Marín. Salieron a relucir todos los secretos domésticos; la vida del matrimonio, la dependencia y degradación de Marín fueron puestas en caricatura.
El que no lleva pajitas al nido rara vez moja la barba en cáliz, he oído decir con frecuencia al personaje más sentencioso de aquellos lugares. Presentadas así las cosas, parece una temeridad, un delirio, algo semejante al propósito que tuvo la serpiente de la fábula de morder la lima, el plan de D. Acisclo de derrotar a D. Paco y de suplantarle.
Se dedicó al adobo de pieles en ámbar con que hacer guantes , á la preparación de perfumes y aun de mondadientes, lisonjeando la vanidad incurable con ejemplos de mayor desventura. «Dionisio el tirano, habiendo perdido su reino, dió en ser maestro de escuela por pasar la pérdida mejor con oficio en algo semejante de mandar y castigar; él daba en maestro de plumas por conservar los dientes para morder como herido .
Tengo yo en Vich un primo hermano establecido, que todos los años se acuerda de mandarme una buena provisión. El pan está amasado y cocido en casa... Coma, pues, sin escrúpulo, que luego hablaremos. Nuestro joven empezó á morder con manifiesta repugnancia un pedacito de salchichón que tenía entre los dedos.
Del primer resoplido, al morder el helado, fué éste con la copa hasta la mesa inmediata; y como el que ha tragado polvos de salbadera, Seturas escupía, se sonaba las narices y gritaba pidiendo agua, empeñado el iluso en que aquello abrasaba; y, por último, comenzó á estornudar ... ¡pero de qué modo!: cada estornudo era un cañonazo bajo los relucientes techos del café, acompañando á cada explosión una lluvia menuda que fué la delicia de los inmediatos parroquianos, durante las quince ó veinte veces que las mucosas de don Silvestre le dijeron «agua va». El estrépito duró un par de minutos.
Hombre sobre el cual dejaba caer su puño, caía redondo: potro cerril cuyos lomos abarcaba con sus piernas de acero, ya podía encabritarse, morder el aire y echar espumarajos de cólera, que antes se desplomaba vencido y jadeante que lograba libertarse del peso de su domador.
Solté la presa como una bestia que ha dejado de morder. La querida víctima hizo un supremo esfuerzo. Era trabajo inútil: yo no la tenía ya.
Únicamente el perro, enroscado á sus pies, parecía conservar recuerdos y sentir odio. Hociqueaba con hostilidad toda la procesión de faldas entrante y saliente, y gruñía como si deseara morder, conteniéndose por no dar un disgusto á sus amos. La gente menuda participaba del enfurruñamiento del perro.
Palabra del Dia
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