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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Y el joven al fin siguió adelante: y los monjes lo hallaron muerto al día siguiente, medio sepultado en la nieve; pero con la mano asida a la bandera, que decía: «¡Más alto!». Pues bien, Lucía: cuando no te me pones majadera, cuando no me haces lo que ayer, que me miraste de frente como con odio y te burlaste de mí y de mi bondad, y sin saberlo llegaste hasta dudar de mi honradez, cuando no te me vuelves loca como ayer, me parece cuando salgo de aquí, que me brilla en las manos la bandera.
Mas vivirían alejados, yendo adonde les llamase su deber, pensando á todas horas uno en el otro, pero sin verse, como los monjes letrados y las religiosas apasionadas que en otros siglos llenaban su existencia con una amistad espiritual sostenida desde sus lejanos monasterios. Miguel volvió á admirar esta abnegación.
Gran fe tenían los monjes en sus rezos y en la misericordia de Dios, pero no desdeñaban la mundana prudencia.
También yo entiendo algo de letra, dijo Tristán con la boca llena; por más que no estuve bastante tiempo con los monjes para aprenderlo bien, que ello es cosa de mucho intríngulis. ¿Sí? Pues aquí tengo yo algo que te permitirá lucirte, repuso el arquero, sacando del pecho un pergamino que entregó á Tristán.
Era una ballena monstruosa que por mandato del Señor se había prestado a este servicio. Después de vagar años enteros por el Océano desembarcan en una isla, y encuentran, tendido en un sepulcro, el cadáver de un gigante. Los dos santos monjes lo resucitan, tienen con él pláticas interesantes, y tan razonable y bien educado se muestra, que acaba por convertirse al cristianismo y lo bautizan.
Cuando Ramiro llegó ante el blasonado frontis, los empleados de la justicia regia y comunal se aglomeraban y zumbaban como moscas a uno y otro lado del portalón y en torno a la fuente; mientras las cofradías y las órdenes esperaban, en larga hilera, desde la plaza del Mercado hasta más allá del convento de Santa María de Gracia. Los monjes rezaban.
¡Magnífico! dijo Castro . Casi eres un poeta al describir nuestra vida futura. Me has convencido. Vamos á ser felices. Pero no olvido tu permiso para la hembra y tu prohibición de la mujer. ¡Nada de faldas en Villa-Sirena! Hombres nada más, monjes con pantalones, egoístas y tolerantes, que se reunen para vivir dulcemente mientras arde el mundo.
San Brandán, abad escocés del siglo VI, que llegó a dirigir tres mil monjes, se embarcaba con su discípulo San Maclovio para explorar el Océano en busca de unas islas que poseían las delicias del Paraíso y estaban habitadas por infieles.
Verás qué ricamente vas a estar. Hay en él unos señores monjes muy simpáticos que no hacen más que pensar en Dios y en las cosas divinas. ¡Cuánto me alegro de que hayas tomado esa determinación!
¡Basta ya! exclamó Fray Diego. Lejos de defenderse el culpado confiesa y agrava su falta con sus livianas palabras. Sólo me resta imponerle el condigno castigo. Al decir esto dejó el abad su asiento y todos los monjes le imitaron, dirigiendo temerosas miradas al irritado semblante de su superior.
Palabra del Dia
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