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¡Adiós, Miguel! dijo Castro, con la convicción de que este saludo iba á ser algo más que una despedida momentánea. Adiós contestó el príncipe sin moverse. Cerca ya de la puerta, Atilio retrocedió. lo que significa mi negativa y lo que me toca hacer. Adiós otra vez. ¡Cree que si me pidieses otra cosa...!

En cuanto al marqués, solo el padre Atanasio, su confesor, supo lo que padecía, recordando su fea, aunque momentánea falta, y pensando, ya en el misterioso afecto que la Caramba le había inspirado, ya en la singular pasión que tuvo por él aquella mujer, pasión que fue tomando diversas formas y condiciones, que sin duda no extinguió el desengaño ni la penitencia, y que no se desprendió del ser de ella hasta que se desprendió de ella el alma al exhalar el postrer suspiro.

El capellán bajaba la vista según costumbre, y fingía doblar la servilleta; mas de improviso, sintiendo uno de aquellos chispazos de cólera repentina y momentánea que no era dueño de refrenar, tosió, miró en derredor, y soltó unas cuantas asperezas y severidades que hicieron enmudecer a la asamblea.

Robledo sacó su revólver, y espoleando á su caballo se fué metiendo entre los contendientes, apuntando á unos y á otros, al mismo tiempo que gritaba, exigiendo orden. Ayudado por los vecinos que iban llegando, muchos de ellos con rifles, pudo restablecer una paz momentánea.

¡Qué podía importarle la paralización momentánea de las obras!... Era joven y tenía muchos años por delante. Lo que deseaba estudiar era la vida de una estancia, pero teniendo por maestro á Flor de Río Negro, que le acompañaba á caballo á través de los campos desde la salida del sol hasta el ocaso. Un fúnebre descubrimiento aumentó el mal humor del español, poco después de la fuga de Elena.

Esta idea, no obstante, con ser tan conforme al hundimiento moral de Isidora, no la consolaba. A la momentánea alegría siguió agudísima pena. Por un instante se sintió invadida de un dolor tan grande, que llegó a pensar en que no debía vivir más tiempo. Pero esta desesperación también duró poco.

Ruje de los arcabuces la detonación siniestra y ante sus fuegos los indios de vacilación dan muestra; más, prestos, cual si escuchasen amenazadora arenga, con nuevo aliento sacuden la momentánea tibieza, y los que detrás combaten cierran sin temor las brechas en que rompe el plomo hirviente las avanzadas hileras, y no cede de los indios la pertinaz resistencia, y van pasando las horas, y aquella humana barrera si cien veces viene al suelo otras cien se alza más recia.

A la grandiosidad de la muerte se unía la grandiosidad del misterio. Nuestras manos al fin cogieron un cráneo. Su extraña configuración nos hizo dudar si procedería de las humanas razas; más nuestra duda fué momentánea tan luego lo examinamos.

La superficie casi plana vista minutos antes desde lo alto del puente estaba movida ahora por amplias ondulaciones que le sumían en momentánea obscuridad. Cada una de ellas era una colina que se interponía ante sus ojos, dejando libre solamente un espacio de unos cuantos metros.

Sus vidas volverían á ser como antes, con la regularidad de las leyes naturales, que parecen desviarse un momento, pero tornan al fin á su ordenado curso. Más necesitada y más vieja en esta vida de apuros económicos, ella no podía imitar la calma con que aceptaba Lubimoff su momentánea ruina.