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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Soledad volvió la cabeza sorprendida de aquella voz extraña y temblorosa, le miró un instante á la cara y al fin dijo gravemente: Bueno; vamos.
Una imagen que no se aparta de mi memoria surgió de pronto ante mis ojos.... Así, así me miró muchas veces la hermosa niña rubia, objeto de mi primer amor.... Dejó Gabriela el libro que tenía en las manos, y se dirigió lentamente hacia un extremo de la sala, abrió el piano, y me llamó, diciendo: ¿Ha oído usted esta sonata? Y no hablamos más aquella noche.
Así se estaba aún más a gusto. Uno de los jurados, un viejo, miró a Karaulova y dijo a su vecino: ¡Tiene gracia esa mujer! Sí contestó el otro. Bueno objetó el presidente . El hecho de que sea usted una prostituta no es una razón para negarse a prestar juramento.
¿Qué comedia puede ser, Si en Francia, según me han dicho, En prosa se representan? No iguala al suave estilo De la poesía española Ninguna nación. Carrillo, ¡Bravas damas! Extremadas. ¡Qué de gabachos que miro! Ya empezarán la comedia, Que ha llegado el rey Enrico. Así alivio del gobierno los cuidados. Al fin, Monsieur de Bolí, ¿Que vas contra el rey de España?
Miro la onda agitada, Que corona leve espuma Y entre misteriosa bruma Melancólica gemir; Y en la playa solitaria Estenderse blandamente, Y bajo otra ola rugiente Desfallecida morir. Miro del árbol sombrío Como se ajita el ramaje, Mientras el verde follaje A compas se oye vibrar. Como si un aéreo coro En él tuviese su nido, Para recrear el oido Con misterioso cantar.
Cuando Carmen, un poco engañada, alzó la cabeza y miró al hidalgo, le vió demudado y con el rostro humedecido. Angustiada todavía, le preguntó: ¿Lloras?...; ¿sabes tú llorar?
El astuto Antonelli había atado para siempre a Bismarck con hilo de araña. Jacobo, sin hacer una sola caricia a la niña, despidióse fríamente, y Monina le miró marchar, chupándose, con altivez de dama ofendida, tres dedos al mismo tiempo.
El almuerzo había terminado y pasaron al hall inmediato, donde estaba servido el café. Miró el coronel en torno con inquietud, examinando las cajas de habanos, la enorme licorera con sus frascos de diversos colores puestos en fila. Mientras cortaba la punta de un cigarro, Lubimoff continuó, dirigiéndose siempre á Castro: Cuando desees... eso, te bastará con elegir en los alrededores del Casino.
Sorege se arrojó á él de un salto y á pesar de los esfuerzos que ella hacía para impedírselo, conteniéndola con una mano y registrando con la otra, se apoderó de una carta en cuyo sobre estaba escrito el nombre de Jacobo. Sorege se apartó con aire sombrío, miró á Lea profundamente y dijo: ¡Aquí está! ¡ No creía que fueses capaz de denunciarme!
Tenía los cinco mil en el bolsillo concluyó Jacinto, y bien podía desahogarme; si todo esto les digo antes, de seguro no me los dan. Quilito, muy contrariado, replicó: Sobre el mismo tema me han regalado hoy una sonata destemplada en casa. ¿Quién será el inventor de esa zoncera? Ni yo miro a tu hermana, ni ella a mí.
Palabra del Dia
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