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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Pero examinando un momento la entrada, vimos que á la derecha del portal habia una mujer partiendo ostras. Decididamente, esto no puede ser ni teatro ni iglesia. Miro á lo alto de la entrada y descubro una enseña con este rótulo: Establecimiento de caldo. Yo lo leia y no me parecia prudente creerlo; mi mujer no lo creia tampoco. Penetramos.... ¿Cuál no fué nuestra admiracion?
Oyendo esto Sancho, se arrimó sobre el espaldar de la silla y miró de hito en hito al tal médico, y con voz grave le preguntó cómo se llamaba y dónde había estudiado.
La señora de Freneuse miró con extrañeza mezclada de asombro á Cipriano y éste añadió con acento de bondad: Tragomer me lo ha prometido y tengo confianza en él. Pero ¿cómo sabremos lo que suceda? Todo lo he previsto. Mi ayuda de cámara recibirá nuestras cartas y se las traerá á ustedes; así estarán al corriente, sin recibir una correspondencia directa.
Se detuvo, miró a su rededor para ver si nadie los escuchaba, y dijo con voz vacilante: Yo no sé si hago bien en tratar de penetrar lo que pasa en el corazón de mi amiga; pero también a vos os debo considerar y no quiero dejaros en un error que os entristece.
La muchacha, que algo más lejos, sentada en el suelo, miraba pastar a unas vacas, también se volvió instantáneamente. ¡Diablo de señorito! exclamó el paisano tranquilizándose inmediatamente. Me ha asustado... Salta como un contrabandista. La muchacha le miró fijamente sin despegar los labios. Dispensen ustedes dijo Andrés un poco acortado.
Los otros bolsistas aprobaban con movimientos de cabeza, y su esposa le miró con asombro y escándalo al mismo tiempo. Sin duda pensaba en Clarita, no pudiendo comprender cómo faltaba a sus deberes un hombre que decía cosas tan sensatas y dignas de respeto. Tras el palio, la gente admiraba un nuevo grupo de capas de oro, sobre las cuales sobresalía la puntiaguda mitra y el brillante báculo.
Metióse las manos en los bolsillos, y miró detenidamente aquella inextricable maraña, silbando débilmente aires truncos. Después de observar de nuevo el bosque a uno y otro lado, retornó bastante desilusionado. Al día siguiente, sin embargo, recorrió la picada central por espacio de una legua, y aunque su fusil volvió profundamente dormido, Benincasa no deploró el paseo.
Trampeta miró al funcionario con la mezcla de asombro y de gozosa ironía que las personas de educación inferior muestran cuando oyen a las más elevadas decir una simpleza gorda.
Palpábalo todo con gesto bobo y encogido, como si quisiera comunicar o pedir alguna cosa y no se hallase con ánimo. ¿Buscas algo? la preguntó el mancebo. Nada, señor; sólo que mi padre me manda llamar y miro porque todo quede bien aparejado para la noche.
Pero debe usted tener en cuenta que mi compañero de la Facultad de Ciencias Físicas raro es el año que no tiene un hijo, y como su hombre se pasa todo el tiempo en la cama con el recién nacido ó cuidando de su nutrición, no le queda tiempo para seguir las modas. Luego el profesor miró con unos ojos admirativos y tristes al mismo tiempo á su amado gigante.
Palabra del Dia
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