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En su rabia, Gláfira insulta a Abu Hafáz y quiere matarle con un puñalito que lleva en la cintura. El la desarma y le paga su beso y sus insultos con un beso de vampiro. Se le ha dado en el blanco cuello; y a la luz de una lámpara, en un espejo de acero bruñido, hace que ella mire la huella que en su cuello ha dejado. Es el sello le dice de que eres mi esclava.

PANTOJA. De la muñeca graciosa, de la niña voluble, podrá salir un ángel más fácilmente que saldría de la mujer. CUESTA. No le entiendo a usted, amigo Pantoja. PANTOJA. Me entiendo yo... Mire, mire como juegan. CUESTA.

Sentábanse a una mesa hasta cinco caballeros. Yo miré lo primero por los gatos, y como no los vi, pregunté que cómo no los había a un criado antiguo, el cual, de flaco, estaba ya con la marca del pupilaje. Comenzó a enternecerse, y dijo: ¿Cómo gatos? Pues ¿quién os ha dicho a vos que los gatos son amigos de ayunos y penitencias?

EN LA FALÚA DE LAS DE CIUDAD. ¡María Julia, Consuelo, mirad qué bonito hace el agua metiendo la mano dentro! ¡Lindísimo! Se va usted a mojar el vestido, Amparo. ¡Mire usted qué penachitos blancos tan monos salen por entre los dedos, Suárez! Preciosos..., pero se va usted a mojar la manga del vestido. Aguarde usted un poco... Me la voy a remangar... Ea, ya está bien... Mire usted, mire usted...

Mire usted, señora, ¡cosa más rara! a ninguna de esas ramas le queda más hoja que la más alta, la de la punta....

Había descuidado su fortuna por dedicarse a sus galanteos, y después de una larga carrera, el pobre anciano no tenía otros bienes que su buen humor, sus cavatinas, su vestido negro y aquella prodigiosa peluca que me divertía extraordinariamente. »Cierto día entró en su habitación, contra su costumbre, sin cantar. Yo le miré con inquietud. »¿Está usted malo, Gerardo? le dije.

¡Mire que es de judíos lo que hicieron con Doña Sabelita! ¡De la misma cabecera de la difunta la echaron a la calle arrastrándola por los cabellos! ¡Y con qué palabras, Madre de Dios! ¡Ni siquiera la dejaron abrir el arca de su ropa para ponerse una pañoleta de luto! ¡Como no se halló nada en la casona, sospechaban que la ahijada tuviese escondido dinero y alhajas!.... DO

Hay que levantarse del asiento dar un paseo y asomarse a la barandilla para convencerse de que se está en el mar. Aquí, no: aquí se siente uno marino; puede abarcarse por entero el redondel del Océano, que no termina nunca, y en el que siempre ocupamos el centro, por más que avancemos. Mire usted, Ojeda, qué cosas tan majestuosas lleva en su cabeza el amigo Goethe.

¿Y usted cree que está enamorada realmente de ese niño que parece una colegiala del Sagrado Corazón? ¡Vaya usted a saber! Clementina presume mucho de original. Esta última aventura la acredita de ello.... Mire usted qué miraditas tiernas le está echando el bebé desde lejos.

Decididamente, no tenía la cabeza bien. ¡Mire usted que pensar un hombre de su carácter y sus años que estaría mejor servido con una chica así que con su vieja Vicenta...! Vaya; el Chartreuse, con su calor de falsa juventud, hace pensar locuras.... «¡A tomarte el café, viejo verde...!» Y se bebió la taza de un trago. Sonaba la campanilla de la puerta. Será Roberto dijo Concha.