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Actualizado: 25 de junio de 2025


La servidumbre se ocupó al punto de arreglar un poco la desgraciada figura del buen Migajas. Con unas fosforeras doradas y muy monas en forma de zapatos, le calzaron al momento. Por gorguera le pusieron medio farolillo de papel encarnado, y de una jardinera de mimbres hiciéronle una especie de sombrerete pastoril, con graciosas flores adornado.

Le convenció ella dándole todo lo que quiso o lo que había, y el angelito se quedó dormido en su cuna de mimbres. «Mira dijo a Encarnación su ama ; yo voy a salir. No estaré fuera sino poco tiempo, porque tomaré un coche, y haré la diligencia en media hora.

Salvos los cumplimientos y ceremonias de costumbre, no hubo en la conversación nada memorable, hasta que los tres, que iban juntos, salieron de la ciudad y llegaron al campo. La pequeña ciudad está por todas partes circundada de huertas. Muchas sendas las cortan en diversas direcciones. Á un lado y otro de cada senda hay una cerca de granados, zarza-moras, mimbres y otras plantas.

Sobre todo, un rincón había en la vega, donde la naturaleza, empeñada en vencer con su espontaneidad los artificios de la horticultura, logró reunir alrededor de un rústico pozo que suministraba muy fresca agua, dos o tres olmos más anchos que copudos, un grupo gracioso de mimbres, helechos y escolopendras, un rosal silvestre, algo, en fin, que rompía la uniformidad de la hortaliza.

El único que, con discursos incoherentes y grandes gritos, mostraba su afición al alcohol era Salguero, que se apodaba a mismo Salguerillo, un vejete malicioso, que habitaba treinta y tantos años la primera casucha del callejón. En invierno fabricaba cestas de mimbres, ayudado por la vieja que vivía con él; en verano salía a las ferias para ejercer su oficio de esquilador.

Si pudiera esperar a Ballester; pero no, no me da tiempo... No, hija, no hay que apurarse. Voy por el tintero y no tardó cinco minutos en volver, y al entrar de nuevo en la alcoba, vio que Fortunata se había incorporado en su cama con el chiquillo en brazos, y que después, entre ella y Encarnación, le ponían bien abrigadito en su cuna de mimbres, la cual venía a ser como un canasto.

Los Moluches ó Molucas la llaman Uutyalel, monton grueso. De la parte del sur de esta montaña nacen algunos arroyos y corrientes, que tienen profundas orillas cubiertas de mimbres, de que se sirven los indios para hacer cestos, ó corrales para encerrar sus ganados.

El primer parisiense que tuvo el honor y el placer de rendir homenaje a la belleza de madama Scott y miss Percival, fue un pequeño pinche de quince años que se encontraba allí, vestido de blanco, con su canasta de mimbres en la cabeza, en momentos en que el cochero de madama Scott, molestado por tanto carruaje, salía con dificultad del patio de la estación.

Son muy largas y anchas, y algunas de ellas rodeadas de bosques á buena distancia: sus orillas son blancas con sal, que no pide mas preparacion que ponerla á secar al sol. Mas adelante al poniente hay un rio con muy altas y perpendiculares orillas, llamado por los españoles el rio de las Barrancas. Los indios le llaman Hueyque-leubu, ó rio de mimbres, que nacen en sus orillas.

Las orillas están orladas de mimbres en primer término. Por detrás de ellos asoman algunas filas de álamos blancos, cuyas hojas plateadas, heridas por la luz y agitadas por el soplo blando de la brisa, despiden hermosos destellos. La falúa se deslizaba suavemente, aguantando imperturbable los rayos solares. El aire reseco había perdido sus condiciones de sonoridad.

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