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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Y buenos sudores le costaba, porque había ratos en que su apurada situación económica, sus remordimientos y sus miedos sobre todo, le ponían al borde de lo que él creía ser la locura. No importaba; la mayor parte del tiempo estaba satisfecho de sí mismo.
Y volviendome á Apolo con denuedo Mayor del que esperaba de mis años, Con voz turbada y con semblante acedo, Le dixe: con bien claros desengaños Descubro, que el servirte me grangea Presentes miedos de futuros daños. Haz, ó señor, que en publico se lea La lista que Cilenio llevó á España, Porque mi culpa poca aqui se vea.
Al poco tiempo y después de haber bebido un enorme vaso de agua con vinagre, después de haber logrado con grandes esfuerzos obtener una serenidad aparente, la duquesa dijo á la joven dama de honor: ¡Ya se ve! ¡es tan tétrica esta cámara! luego, esas ventanas que golpean... el ruido de la lluvia... y además... antes de dormirme leía Los miedos y tentaciones de San Antonio Abad.
En este tiempo Berenguer de Entenza, viendo que todo estaba lleno de sospechas y miedos, y que los Griegos le miraban como Catalan, y los Catalanes entraban en desconfianza de su fé, porque estaba cabe el Emperador en lugar tan supremo, y que aquello no podia ser sino estando de su parte, aprobando lo mal que el Emperador lo hacia con ellos; finalmente estando ya las cosas de los Catalanes, y Andronico, en términos que no se podia estar neutral, ni ser medianero entre estas diferencia sin gran riesgo de perderlos á todos, Berenguer se resolvió de acudir á su primera obligacion, y preferir á su particular acrecentamiento el público honor y estimacion de la nacion, que estaba cerca de perderse.
Escogió además un traje que no había llevado nunca en Monte-Carlo, un sombrero nuevo, una corbata «discreta». Recordaba los miedos de ella, sus súplicas para que se deslizase inadvertido. Mientras hacía todo esto, un sentimiento de zozobra, de desconfianza en sí mismo, empezó á agitarle.
Parecía que fuese ella la encargada de infundir ánimo. Morir no es tan horrible como parece cuando se ve de lejos... Siento vergüenza al pensar en los miedos que he pasado, en las lágrimas que llevo derramadas... Resulta más simple de lo que yo creía... ¡Todos hemos de morir! Le leyeron la sentencia, con la denegación del recurso de gracia. Después le ofrecieron una pluma para que firmase.
Su rostro cetrino se coloreó con una aurora alegre. «¡Al diablo la muerte y sus miedos! ¿Iba un hombre honrado a pasar la existencia entera temblando por su llegada?... Podía presentarse cuando lo tuviese a bien. ¡Mientras tanto, a vivir!...» Y manifestó esta voluntad de vida durmiéndose en un poyo, con sonoros ronquidos que no lograban asustar a las moscas y avispas revoloteantes en torno de su boca.
835 Cuando yo mas padecía la crueldá de mi destino, rogando al poder divino que del dolor me separe, me hablaron de un adivino que curaba esos pesares. 836 Tuve recelos y miedos, pero al fin me disolví: hice coraje y me fuí donde el adivino estaba, y por ver si me curaba, cuanto llevaba le di.
No había más qué leer los papeles liberales, enterarse de los escándalos que habían provocado, hasta en Madrid, las palabras y los actos del Padre Paulí, para convencerse de que nadie trabajaba como él por la causa de Dios. No iba con tapujos y miedos como muchos sacerdotes que sólo hablaban de piedad y perdón para los enemigos, y de la dulzura de Jesús.
Los más débiles lamentaban que el comisario hubiese guardado en un rancho cerca de la población á los tres prisioneros para enviarlos al día siguiente á la cárcel del territorio. La muchedumbre, con esa ferocidad colectiva que surge en las primeras horas de una emancipación largamente esperada, quería destrozarlos, para vengarse de los miedos que la había hecho sufrir el gancho ya difunto.
Palabra del Dia
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