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Actualizado: 10 de junio de 2025


Además el mayor crimen que podía haber en la Regenta, y no creía ella que a tanto llegase, era seguir la corriente. «En Madrid y en el extranjero, esto es el pan nuestro de cada día; pero en Vetusta fingen que se escandalizan de ciertas libertades de la moda, las mismas que se las toman de tapadillo, entre sustos y miedos, sin gracia, del modo cursi como aquí se hace todo. ¡Pero qué se puede esperar de unas mujeres que no se bañan, ni usan las esponjas más que para lavar a los bebés!». Obdulia, cuando hablaba con algún forastero, desahogaba su desprecio describiendo la hipocresía anticuada y la suciedad de las mujeres de Vetusta.

Decía así, en letra sólo para Ana inteligible, nerviosa y rapidísima: «¡Memorias!... ¡Diario!... ¿por qué no? Benítez lo consiente». Memorias de Juan García, podría decir algún chusco.... Pero como esto no ha de leerlo nadie más que yo.... ¿Qué es ridículo? ¡Qué ha de ser! A Dios gracias, estos miedos al qué dirán ya han pasado. La salud me ha hecho más independiente.

no eres ya un niño, y debes decidir por ti mismo estas cosas. ¡Yo!, ¡que vaya yo! murmuró el joven farmacéutico, sintiendo un temblor, un frío... Se ponía malo de sólo pensarlo. , , ... Déjate de miedos y vacilaciones. Si lo quieres hacer lo haces, y si no lo dejas.

Sublevóse su carácter rudo, como si acabara de recibir una grave ofensa con los temores del payés. ¡Miedos a él!... Sentíase capaz de pelear con todos los atlots de la isla. No había en Ibiza quien le hiciese retroceder. A su apasionamiento belicoso de amante uníase una soberbia de raza, el odio ancestral que separaba a los habitantes de las dos islas.

«¡Cómo no se me ocurrió mandarle un recado! pero... ¿por quién? ¿no era ridículo decirle a la Marquesa: señora necesito que mi madre sepa que no como hoy con ella? Aquella esclavitud en que vivía... contento, , contento, no le humillaba... pero no convenía que la conociese el mundo. Y ahora, ¿por qué no se había quedado en casa? Bastante tiempo había pasado fuera... ¿volvería pie atrás, desafiaría el mal humor de su madre? No, no se atrevía; no estaba el suyo para escenas fuertes, le horrorizaba la idea de una filípica embozada, como solían ser las de su madre, de un discurso de moral utilitaria.... De fijo le hablaría de las necedades que le habían contado por la mañana.... Y si le decía: he comido... con la Regenta, en casa del Marqués, ¡bueno iba a estar aquello! Pero, Señor ¡qué luego, qué luego había empezado la gentuza, la miserable gentuza vetustense a murmurar de aquella amistad! ¡en dos días todo aquel run run, su madre con los oídos llenos de calumnias, de malicias, y el alma de sospechas, de miedos y aprensiones!... ¿y qué había? nada; absolutamente nada; una señora que había hecho confesión general y que probablemente a estas horas estaría metida en un pozo cargado de yerba seca en compañía del mejor mozo del pueblo. ¿Y él qué tenía que ver con todo aquello? ¡

Palabra del Dia

rigoleto

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