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Actualizado: 30 de abril de 2025
Todo lo que pudo saber era que se encontraron pasquines en las puertas de la Universidad, pasquines que el Vice Rector mandó arrancar para enviarlos al Gobierno Civil. Decían que estaban llenos de amenazas, degüello, invasion y otras bravatas. Sobre este hecho hacían los estudiantes sus comentarios. Las noticias venían del conserje, éste las tenía de un criado de Sto.
29 Y partiendo Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí. 32 Y Jesús llamando a sus discípulos, dijo: Tengo misericordia de la multitud, que ya hace tres días que perseveran conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, para que no desmayen en el camino. 34 Y Jesús les dice: ¿Cuántos panes tenéis?
Luego aquellos hombres de boina colorada y ojos insolentes, agresivos que tropezaban por las trochas de los castañares les infundían miedo. Luego, y esto era lo principal, temían por sus hijos. La idea de que al padre le acomodase enviarlos á la mina y quedasen sepultados ó quemados dentro, como se decía que pasaba en otras partes, las hacía estremecer.
Los castigaba como si quisiera vengarse en ellos de persecuciones sufridas por sus ascendientes... Cuando Bobadilla llegó a la isla, enviado por los reyes en vista de las súplicas y quejas de los colonos, el Almirante había ahorcado en la semana anterior siete españoles, cinco más estaban en la fortaleza de Santo Domingo esperando el instante de morir con la cuerda al cuello, y su hermano el Adelantado tenía otros diez y siete metidos en un pozo, para enviarlos igualmente a la horca.
11 Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. 12 Mas él les reñía mucho que no lo manifestasen. 13 Y subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. 14 Y estableció doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar. 15 Y que tuviesen potestad de sanar enfermedades, y de echar fuera demonios.
Tiemblan de que puedan enviarlos á engrosar el número de los hombres adormecidos interiormente, de los esclavos que sólo sirven para prestar sus fuerzas.
Ya se entiende que este yugo es el que en Cuba nos imponen los yankees, porque sin el favor, amparo y aliento que dan á los que se rebelan, y sin la mengua de autoridad que nos causan, y sin el descrédito que vierten sobre nosotros, pidiéndonos cuenta de todo, como si fueran nuestros jueces, y sin la facilidad con que convierten en ciudadanos de su gran República á nuestros más acérrimos enemigos, renegados de su casta, obligándonos á darles dinero en vez de fusilarlos ó de enviarlos á presidio, es casi seguro que en Cuba no habría insurrección y es seguro que no sería ni con mucho tan importante y duradera como es hoy.
A continuación le abrochaba la chaqueta, le subía el cuello, para que el blanco de la camisa no sirviese de punto de mira, los manoseaba a los dos cariñosamente, lo mismo que una madre manosea a sus niños antes de enviarlos al paseo. Pero su bondad no iba más allá del tacto.
Allí comenzaba el martirio del pobre animal. Aquel vino aromoso que tanto le agradaba, que le daba calor, que le ponía alas, cometían la crueldad de traérselo allí, a su pesebre, y hacérselo respirar; después, cuando tenía impregnadas en el olor las narices, ¡me alegro de verte bueno! ¡El hermoso licor de sonrosada llama era engullido completamente por aquellos granujas!... Y si no hubieran cometido más crimen que robarle el vino... Pero, todos esos seis eran unos diablos, en cuanto bebían... Uno le tiraba de las orejas, otro del rabo; Quiquet se le encaramaba en el lomo, Bélugnet le ponía su birrete, y ni uno solo de aquellos pícaros pensaba que de una corveta o de una sarta de coces el bueno del animal hubiera podido enviarlos a todos a las nubes y aunque fuese más lejos... ¡Pero, no!
Cuatro años y medio ha durado la publicación, plazo relativamente corto y que aún lo parecerá más si se atiende a que la obra consta de quinientos veintiocho pliegos, a que ha sido preciso obtener de nuestros artistas, algunos de ellos avecindados en Barcelona y en el extranjero, mil doscientos dibujos próximamente, enviarlos fuera de Madrid casi siempre, para la elaboración de los clisés, y estampar al fin estos con la prolijidad y el esmero que exige tal trabajo.
Palabra del Dia
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