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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Me meto dentro. Soy de puerto de mar y el agua es mi elemento. Y diciendo y haciendo, saltó con decisión en la barca, que se inclinó de un lado para recibirla; se fue por encima de los bancos hasta la popa, y allí se sentó. ¡Oh! ¡Qué bien se está aquí a la sombra! Y hay su cachito de balanceo... Véngase, padre. En ninguna parte se puede esperar mejor...
Yo no me meto con usted... no se meta usted conmigo... La vaca me está causando todos los días perjuicios... Pues quéjese usted al juez. Antes de quejarme al juez, he de arreglar a esa grandísima... Ya se librará usted de hacerlo. Lo veremos. Y el aldeano se alejó lentamente, murmurando amenazas salpicadas de groseras interjecciones.
Contemplo estas casas solariegas, grandes y negras, con su alero ancho y artesonado; me meto por las callejuelas de pescadores, empinadas y tortuosas. Algunas de estas calles tan pendientes tienen tres y cuatro tandas de escaleras; otras están cubiertas y son pasadizos en zig-zags.
Ea, pues si no viene Rossini, no los meto y saco todo el cuerpo fuera. Y entraba Plácido y le contaba mil cosas divertidas, que siento no poder reproducir aquí.
Meto mis muebles en siete carros de mudanza, y me encuentro con que el cuarto de la generala está lleno de albañiles... ¡Es un horror!... se cae un tabique... el estuco perdido... los baldosines teclean bajo los pies... En fin, que tengo que meter mis queridos trastos en este aposento, bastante grande, sí, pero incapaz para mí... Verían ustedes las dos tablas de Rafael tiradas por el suelo, revueltas con la vajilla; el gran lienzo de Tristán contra la pared; las porcelanas metidas en paja todavía; las mesas patas arriba; las lámparas y los biombos y otras muchas cosas en desorden, esperando sitio, todo hecho una atrocidad, un horror... Créanlo, estoy nerviosa.
«Porque yo tengo esta costumbre... Cuando me siento con ganas de llorar y dada a todos los demonios, ¿sabe usted qué hago?, pues coger el zorro, las escobas, una esponja grande y un cubo de agua. Siempre que tengo una pena muy grande le meto mano al polvo». Pues ¡ay, hija mía!, la compadezco a usted... porque la casa está como una plata... ¡Cómo ha de ser!... Sí, esta es mi única distracción.
Me meto por una puerta, al acaso, y me encuentro rodeado de una camada de bohemios, amontonados bajo los arcos de un patio morisco. Ese patio es una dependencia de la mezquita de Milianah; es el refugio habitual de la piojería árabe, y se llama el patio de los pobres. Grandes y escuálidos lebreles, llenos de miseria, se acercan dando vueltas en torno mío con aire amenazador.
Mi ronca voz desmaya, desque siento El bravo laberinto en que me meto, Habiendo de escribir el alzamiento De la gente soberbia; que prometo, Que si durára aquel levantamiento Un mes, todo el Perú fuera sujeto A la diccion y mando de tiranos, Con solo la ocasion de estos livianos.
¡Jesús!... ¿Pero cómo hacéis para que no llore? ¿Y si tiene hambre? Le meto la punta del pañuelo en la boca para que chupe.... Es muy listito, ya se entretiene mucho. Riéronse las niñas, y Lola tomó al nene en brazos. ¡Qué ligero! pronunció . ¡Si pesa más la muñeca grande de Nisita!
Pero yo, cuando hago el bien, lo hago contra viento y marea, y se lo meto en los hocicos a las personas tercas e inútiles que no saben hacer nada por sí».
Palabra del Dia
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