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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Vio Lucía sin disgusto al cortés y afable Miranda, y reparó con pueril curiosidad el aseo de su persona, su calzado pulcro, sus níveos cuellos, los caprichosos dijes de su reloj y corbata: que toda mujer, compréndalo o no, se paga de exterioridades y menudencias por este estilo. Además, poseía Miranda y la desplegó , una ciencia que llamar pudiéramos la de agradar por diversión.
No me ha parecido supérfluo contar estas menudencias, para que quien en los hombres apostólicos no mira otra cosa que conversiones de infieles, adviertan también cuánto les cuestan y considere si tiene necesidad de una generosísima caridad quien se emplea en buscar la gloria de Dios y en mirar por la eterna salvación de las almas.
Pero lo que la impresionó vivamente fue ver salir por el portal a Doña Paca y a Obdulia, con Polidura y Juliana, como si se fueran a la casa nueva, mientras las criadas elegantes se quedaban en la antigua, disponiendo la recogida y transporte de las menudencias, y de toda la morralla casera.
A estos solía unirse algún ayudante de cocina, que gozaba de catorce mil, y algún ujier de Saleta, que percibía nueve mil. En dichas tertulias se hablaba del calor que había hecho por el día, de la Corte, que ya había salido de la Granja para Lequeitio, y de otras menudencias del personal y de la casa.
sino viene a significar aquí "en lugar, en vez de". "Mas no sé para qué me pongo a contaros, señor, punto por punto las menudencias de mis amores, pues hacen tan poco al caso, sino deciros de una vez lo que..." Cervantes, Las dos doncellas, B. A. E., I, 204 b. "Sino está empleado como si le precediera una frase negativa; preséntase, por tanto, un anacoluto."
Se conmovía al recuerdo de aquellas horas felices de salud y de fuerza, cuando ni el amor ni cuidado alguno doméstico turbaban aún su vida de estudiante rico y desaplicado. Y viendo la atención que Cecilia le prestaba, se extendía en menudencias pueriles, trayendo al recuerdo los ínfimos pormenores de aquella existencia consagrada a la gimnasia.
DON URBANO. Yo también estoy atareadísimo. Tengo mil menudencias... CUESTA. No te ocupes de mí. DON URBANO. Perdona, Leonardo. Evarista no tardará en salir. CUESTA; ELECTRA, PATROS, que asoman por la puerta de la izquierda, como reconociendo el terreno. ELECTRA. Cuidado, Patros... Por aquí es difícil que podamos pasarlo.
Comenzaron con calor los preparativos de indumentaria; las coristas encargaron vestidos riquísimos a París y se retrataron con ellos: los caballeros también fatigaron a los sastres con menudencias impertinentes.
Jacinta gastaba siempre mucho menos de lo que su suegra le daba para menudencias; no era aficionada a estrenar a menudo, ni a enriquecer a las modistas. Los hábitos de economía adquiridos en su niñez estaban tan arraigados que, aunque nunca le faltó dinero, traía a casa una costurera para hacer trabajillos de ropa y arreglos de trajes que otras señoras menos ricas suelen encargar fuera.
Ocurría con frecuencia el caso de tropezar con una herradura en la carretera del Sur, y ¡cuántas veces, junto a las fábricas, podían recogerse pedazos de lingote, clavos y otras menudencias que, reunidas, se vendían en el Rastro!
Palabra del Dia
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