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Actualizado: 6 de junio de 2025
La pobre vieja llora y quiere irse, pero soy capaz de darla una paliza si se menea de ahí. Me han de tener á la vista siempre. Hay para rato si piensan librarse de mí... Ahora, don Luis, han discurrido algo mejor. Quieren quitarme el suelo así como me han robado el techo. Piensan excavar la roca hasta que la casa se quede en el aire, sobre sus estacas, para ver si así me voy... ¡Pues no me iré!
Todo en ella flota y se agita: sus faldas, las cintas de su delantal, el pañuelo que rodea su cuello, la masa en desorden de sus rebeldes bucles. Permanece así un instante, inmóvil, como fascinado, siguiéndola con los ojos; después menea la cabeza y se dirige hacia el emparrado. La primera cosa que le llama la atención es una mesita sobre la cual se ve una canastilla de paja para la labor.
Al primer hervor se retira y añaden ciento veinticinco gramos de harina; se menea bien para que la pasta quede bien lisa; se cuece a fuego lento, hasta que esté espesa; se mezclan cuatro huevos enteros, uno tras otro, y se quita la cáscara del limón. Se toma la masa por cucharadas, que se colocan sobre una placa, y espolvoreadas con azúcar se meten al horno.
Entonces toma la actitud que le es habitual cuando canta; cruza las manos sobre las rodillas y fija la vista a lo lejos, en dirección al palomar. ¡Qué vamos a cantar? pregunta. «¡Ay! ¿cómo es posible eso?...» propone Juan. Ella menea la cabeza. Nada que hable de amor dice con sequedad. ¡Es siempre tan estúpido! El le dirige una mirada sorprendida.
Tú puedes estar de vuelta en media hora añade Martín, que toma el silencio de Juan por mal humor. Juan menea la cabeza y responde, lanzando una mirada a Gertrudis, que él también está cansado. ¡Entonces, Dios os acompañe, hijos míos! dice Martín. Y cuando me haya librado de mis amigos iré a buscaros.
Vagaban padre e hijo, aturdidos por el ruido de la venta, estrujados por los codazos de la muchedumbre, e insensiblemente, atraídos por una fuerza misteriosa, iban a detenerse en la escalinata de la Lonja, frente a la famosa fachada de los Santos Juanes. La original veleta, el famoso pardalòt, giraba majestuosamente. ¡Mia, chiquio, qué pájaro...! ¡Cómo se menea...! decía el padre.
Juan menea la cabeza riendo y se mete en la cama; pero no puede dormirse a causa de las flores que Gertrudis ha puesto a la cabecera y cuyas hojas llegan hasta el borde del lecho. Con los manojos de lilas violáceas se mezclan los narcisos de cáliz estrellado de suave blancura. Se vuelve, después de arrodillarse en la cama, y hunde su rostro en las flores.
Señor, responde Abdallah, dicen las gentes que es bueno estar con niños cuando truena, y yo digo lo mismo: Bueno es estar con niños cuando retumba el trueno, de copas y convite el estrépito oyendo: que gira á la redonda el escanciano bello mientras nubes coronan los árboles del huerto. ¿Ves las ramas engadas del dulce y grato peso, que el viento las menea, que brillan en el suelo?
¡Tío Roque! grita un mozuelo con el pelo muy atusado, ¡la mi Gallarda trae el campano del lugar! ... y aquí viene la primera de toas ... ¡y cómo le menea! ¡Anda, pa que uno se fíe de lo que no ve!... ¡Y corrían voces de que en el puerto se le habían puesto á la Corva de tío Perico Mijotes!... ¡Cristo, qué hermosísima está!
Martín menea la cabeza, dirigiendo su mirada a la joven, cuyas locuras y niñerías conoce perfectamente. Al cabo de un instante, coge la mano a Juan y dice, señalando la puerta con el dedo: Responde, ¿te parece que ella quiera hacerte partir? ¡De ningún modo! dice Juan con risa un poco forzada.
Palabra del Dia
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