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¡La nave, adios! Muere el dia y plácida noche en calma su primer beso te envía: al mundo paz, a mi alma profunda melancolía.... Amaremos a la aurora que arrulla tierna a los días en la cuna, y a la tibia luz que llora, llena de melancolías, blanca luna. A las gotas de rocío, que engalanan con diamantes a las flores, y al que alegra el bosque umbrío, gorgear de los amantes ruiseñores.

Tenga usted presente una cosa: hay que imponérsele, combatirle el abandono, las lecturas y no consentir que se ensimisme. Antes que dejarle caer en las melancolías, vale más darle un disgusto. Yo siempre le hablo gordo, y crea usted... me ha cogido miedo. Es lo que hace falta». ¡Pobrecito!... exclamó Fortunata . ¿Pero ve usted por dónde le ha dado?... Yo no he visto un desatinar semejante.

Se disiparon, pues, las melancolías de Echeloría y de Mutileder; se abrazaron fraternalmente y más contentos que unas pascuas, y se encontraron muy a gusto de ser ella favorita de Salomón y él príncipe consorte en el reino sabeo, para donde se fue con su Guadé, cuatro días después de saber que era hijo de Abaris y de haber descubierto que tenía una salamandra azul en la espalda.

Padecía frecuentes ataques, sobre todo desde la muerte de su madre, en que perdía unas veces la vista, otras el habla, con otra variedad de fenómenos extraños que por fortuna duraban poco tiempo. Además se veía acometido de profundas melancolías, crisis violentas que terminaban por un llanto copioso y prolongado corno en las mujeres histéricas.

No por eso ¡oh pueblo de las grandes melancolías! quedarás huérfano y desamparado de ideales que te sublimen y ennoblezcan, algo más que las absurdas abstracciones metafísicas con que hoy te engañan. ¿Quieres saber a quién adoramos nosotros? a la Razón. ¿En qué templo? En el gabinete de estudio, en el laboratorio, en el taller. ¿Cuál es nuestra Biblia?

que no valían un reale; debajo llevaba otra que valía una ciudadeJuanita, al citar estos versos y al aplicárselos, se olvidaba de sus melancolías y soltaba una carcajada. ¿De qué te ríes, niña? le dijo una vez su madre . Pues no es cosa de risa lo que nos está sucediendo. , mamá; es cosa de risa. Mejor es reír que rabiar.

A pesar del estado de mi ánimo y del abatimiento de mi espíritu, cuando tejía con ella la red de viva plática, recobraba yo mi buen humor de otro tiempo, y me volvía alegre y jovial, y me olvidaba de esas enervantes melancolías que han sido, y acaso todavía lo son, nota sombría de mi carácter; de este carácter mío soñador y lánguido, dado a la pereza y al fantaseo, al delirio vago y a la meditación sin objeto.

Pues así vuelven a las tristezas y melancolías de ayer, cuando aun no me amabas, cuando la luz de tu cariño no iluminaba mi alma. A las veces no creo, no puedo creer que me amas, que te amo, y que soy dichoso. Así te explicarás eso que llamas «cosas mías muy raras». Así te explicarás esa lúgubre tristeza, ese desconsuelo que has observado en , y que te hace padecer.

Déjate de melancolías y de novelas; abomina de Lamartine y de Zorrilla, y recuerda que tu poeta favorito fué rico porque se casó con una inglesa millonaria.

De donde se infiere que hasta el diablo es útil y dista mucho de estar de sobra. A pesar de sus melancolías, Morsamor no pudo menos de reírse de las extravagantes opiniones de su doncel.