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Actualizado: 3 de mayo de 2025
¿No temes, dí, que el exterminio brote del seno impuro de nequicia tanta y con sus alas de huracán te azote? No seas, no, como la débil hoja que arranca a su merced el cierzo frío que en Otoño los árboles despoja. Sé cual la narra de tu bosque umbrío que, al ascender por el azul sereno, lanza al baguio valiente desafío.
Frondosos y gigantescos álamos negros y pinos y mimbreras circundan la fuente y hacen aquel sitio umbrío y deleitoso. Al pie de los mejores árboles hay poyos hechos de piedra y de barro y cubiertos de losas, en los cuales suelen sentarse los caballeros y las señoras que salen de paseo.
El camino, más fresco y más umbrío que antes, el aire embalsamado con los aromas del campo, el dulce murmullo del río no lograban calmar á nuestro hidalgo. Pero al revolver de una de las sinuosidades de la cañada vió de pronto el rostro mofletudo de D. Prisco y súbito descendió la calma á su espíritu. Siempre le acaecía lo mismo.
Tan presto oíamos el silbido lúgubre del viento, el zumbido de los árboles azotados por la borrasca, el ruido del agua al caer sobre las hojas en tenue lluvia ó en violento aguacero, el estruendo del torrente y la cascada, como la voz del ave que canta, gime ó arrulla, el grito del águila sobre las altas rocas, los indefinibles rumores del bosque umbrío, la vibracion metálica del aire desgarrado por el rayo, los rugidos del huracan y el estallido del trueno retumbante.
Los negros muros y el romántico campanario de la iglesia, unen en verano el umbrío fresco de su sombra a la sombra de la cerca de avellanos, dando a aquella parte del jardín un aspecto especial de oscuridad y recogimiento como la melancolía de un santuario. Este era el lugar predilecto de nuestra madre durante las cálidas horas del mediodía en la estación de las recolecciones.
¡La nave, adios! Muere el dia y plácida noche en calma su primer beso te envía: al mundo paz, a mi alma profunda melancolía.... Amaremos a la aurora que arrulla tierna a los días en la cuna, y a la tibia luz que llora, llena de melancolías, blanca luna. A las gotas de rocío, que engalanan con diamantes a las flores, y al que alegra el bosque umbrío, gorgear de los amantes ruiseñores.
Por todas partes había gran espesura de siempre verdes árboles; palmas, cocoteros, mangueras y enormes matas de bambúes. Innumerable multitud de luciérnagas o cocuyos volaban y bullían por donde quiera, durante la noche, e iluminaban con sus fugaces y fantásticos resplandores hasta lo más esquivo y umbrío de las enramadas.
Declaro que la figura de Pepita era como el centro, o mejor dicho, como el núcleo y el foco de estas imaginaciones vagas. Su meridiana aparición, en lo más intrincado, umbrío y silencioso de la verde enramada, me trajo a la memoria todas las apariciones, buenas o malas, de seres portentosos y de condición superior a la nuestra, que había yo leído en los autores sagrados y los clásicos profanos.
¡Oh romanza que gustas cantar, la frente adormecida y las alas plegadas, entre las hojas verdes agitadas a lo lejos sobre algún lago umbrío, tú has sido para mí un papagayo de vivos colores, un pájaro muy familiar; tú me has enseñado a leer mi alfabeto, a balbucear todas mis primeras palabras, mientras que, niño de mirada sagaz, me hundía en huraños bosques.
Y, en efecto, por medio de estas coqueterías, el apetito del joven crecía extremadamente, y se convertía en delirio. A las horas que bien le placía a la hermosa, salían a pasear por los jardines, sin alejarse mucho. Al llegar a algún sitio umbrío y fresco, de los pocos que la mano reformista de don Rosendo había dejado, la niña quería sentarse; pero no sobre la hierba ni sobre un banco rústico.
Palabra del Dia
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