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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Sus colegas de acá, otros ángeles caídos que suelen llamarse «la Tomasa, la Adela, la Paz, la Asunción, etc.», al cruzar por su lado le miran con soberano desdén: ninguno ha caído como él en medroso despeñadero; todos han venido a dar sobre algún milord con un caballo.
Feliz con sentir el traje de Amparo rozando con sus piernas, echándole de vez en cuando miradas intensas de apasionado deseo, acudiendo a servirla con solicitud de esclavo medroso, se apretaba a veces más de la cuenta contra su ídolo, acometido de rabiosa pasión. Cuando esto sucedía, el ídolo le arrimaba por debajo de la mesa crueles taconazos y pellizcos que le volvían a la razón.
Naranjas y cebollas caídas de los cajones se corrompían bajo el sol, esparciendo sus jugos dulces y acres. Saltaban los gorriones en torno de las montañas de trigo, escapando con medroso aleteo al oír pasos. Sobre la copa azul del puerto trenzaban sus interminables contradanzas las gaviotas del Mediterráneo, pequeñas, finas y blancas como palomas.
Yo me esconderé en la sombra cual medroso criminal... No buscaré su mirada... Su voz no me arrastrará... La veré como un delirio irrealizable y fugaz... Mas... quiero verla un instante, un instante nada más. Por Dios, ¿no quereis decirme dónde la podré encontrar?
Entonces se dió cuenta de que llevaba teñidos los cabellos. Había huído por salvarse, se había mostrado humilde y medroso al ser alcanzado, creyendo que aún le era posible mentir. Pero el papel que deseaba hacer desaparecer dentro de su boca estaba en manos de los enemigos... ¡Resultaba inútil fingir más!... Y se irguió orgulloso, como todo hombre de guerra que considera su muerte cierta.
Largas y desiertas galerías, salas sin muebles, pasadizos misteriosos y estrechas y torcidas escaleras que bajaban a los profundos sótanos o subían hasta lo más alto de las torres, prestaban al conjunto del edificio muy medroso aspecto y a la imaginación fértil y extenso espacio donde crear fantasmas y sobrenaturales prodigios.
Si el corazon medroso teme hallar la verdad, porque al hallarla tal vez encuentre el mal, necio sería si en tí buscara alivios y consuelo, pues harto sé por desventura mia, que tú hieres la paz y la alegría y eres sorda á la voz del hondo duelo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . No: te busco y te temo.
En el movimiento que hizo al retirarse del balcón, soltando las manos de la barandilla, conoció don José que venían los camilleros. En seguida, mirando de frente a Pepe, le dijo, medroso: ¿Están ahí? Sí; ya suben.
Los talleres y naves de la fábrica se convirtieron en habitaciones estrechas, como celdas, y al rumor alegre del trabajo, padre de la vida, sucedió en el recinto el más medroso silencio, sólo interrumpido a horas fijas por cantos misteriosos y graves, entonados en una lengua muerta.
A lo que respondió Sancho: -Querría que vuesa merced me la hiciese de salir a la puerta del castillo, donde hallará un asno rucio mío; vuesa merced sea servida de mandarle poner, o ponerle, en la caballeriza, porque el pobrecito es un poco medroso, y no se hallará a estar solo en ninguna de las maneras. -Si tan discreto es el amo como el mozo -respondió la dueña-, ¡medradas estamos!
Palabra del Dia
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