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Actualizado: 23 de mayo de 2025


El marqués, que estaba realmente al tanto de los manejos de la política reaccionaria, siguió perorando, y Carmen Tagle dejó de prestar atención para ponerla a lo que pasaba a sus espaldas, detrás de un caballete de terciopelo rojo, medio cubierto airosamente con una pieza de seda del siglo XVI, sobre la cual se destacaba una linda acuarela de Worms. Asomaban por entre las rojas patas del caballete las faldas de una dama y las piernas de un caballero, y eran estos incógnitos María Valdivieso y Paco Vélez, que sostenían allí hacía media hora una pelotera de dos mil demonios. La colegialita Lucy alargaba también la oreja a ver si pescaba algo, y pescó, en efecto, por dos o tres veces, el nombre de Isabel Mazacán y el de cierto actual ministro, muy joven y muy guapo, llamado García Gómez. A poco hizo otra pesca más gorda: habíasele escapado a la dama un iracundo ¡Canalla! y al caballero una grosera palabrota que hizo a Lucy pegar un respingo, poniéndose muy colorada, y a Carmen Tagle exclamar entre dientes, con su proverbial frescura:

El diplomático no las tenía todas consigo: para él era evidente que Isabel Mazacán no exageraba ni mentía al repetir las noticias del lindo ministro García Gómez. Pero ¿cómo interpretar entonces la repentina mudanza de Currita?

Y las suyas el de Dulcinea del Toboso, querida replicó la Mazacán comenzando a sulfurarse. ¡Ya lo creo que las tiene!... Sobre todo cuando se atraviesa lo que yo me ... ¿Y qué es ello?... La envidia, hija, la envidia. ¿La envidia?... ¿De quién?... Tuya, por ejemplo. La Mazacán saltó a su vez hecha una hiena, porque el tiro fue a dar en el blanco.

Pues nada, hija... Que también se había ido a casa de la Villasis la pobre Curra. Y la grandísima tuna de la Mazacán pronunciaba aquel pobre Curra con un aire de lástima, con un acento de chunga, que la compadecida se revolvió furiosa, diciendo con su inocente risita: Pues mira, mujer..., ni dormida ni despierta se me hubiera ocurrido de ti semejante cosa. ¿Y por qué?

Vamos, mujer, dilo sin miedo, que ninguna de nosotras se ha de poner colorada exclamó María Valdivieso con la intención de un toro de ocho años . ¿Te lo ha dicho García Gómez?... La Mazacán titubeó un momento, y sin ruborizarse tampoco por las comentadas intimidades que con el lindo ministro tenía, dijo al cabo: García Gómez me lo ha dicho.

Angelito Castropardo, en pie detrás de la gorda López Moreno, la designaba con gesto picaresco, guiñando un ojo como si preguntase si era ella; mas la Mazacán, con mucha pausa y sin que la voluminosa banquera pudiese comprender por la expresión de su rostro qué decía, ni a quién hablaba, le contestó, subrayando las palabras: No es gorda de España... Es grande de España.

El peludo Butrón levantó ambas manos al cielo, la Mazacán paseó por la horrorizada concurrencia una mirada de triunfo, y la duquesa, irguiéndose iracunda, exclamó violentamente: ¿Y lo dices con esa frescura?... ¿Y tienes valor para venir a decirlo aquí, en mi casa?...

Más lejos iba Isabel Mazacán con Leopoldina Pastor, en un milord preciosísimo; Pilar Balsano, la duquesa de Bara, Carmen Tagle y otra infinidad de estrellas y constelaciones del gran mundo, entre las que descollaba la señora de López Moreno con su hija Lucy, vestida ella de azul con mantilla blanca y grandes rosas en la cabeza, ocupando casi por completo una gran carretela con arreos a la calesera, y cochero y lacayo con sombrero calañés, pantalón y chupa de oscuro terciopelo.

Enterado por su amiga Isabel Mazacán de la orden del día dada por el marqués de Butrón en la casa de Currita, apresurábase a poner en conocimiento de la primera autoridad de la provincia la manifestación de mantillas y peinetas que las damas de la aristocracia preparaban para aquella tarde en la Fuente Castellana.

No satisfecha con esto, y para acallar los peligrosos rumores, que, atizados por Isabel Mazacán, corrían de lo sucedido, imaginó denunciarse a misma al gobernador, escribiéndole un anónimo en que con pruebas patentes y señales manifiestas aseguraba que la condesa de Albornoz y el marqués de Butrón urdían un complot vastísimo, existiendo en poder de ellos papeles muy importantes para la causa alfonsina.

Palabra del Dia

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