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Bástanos añadir que aquel hombre en su juventud, debió ser alto y robusto, que á causa de sus años, que casi rayaban en los sesenta, estaba encorvado, y que á la expresión feroz que debió brillar en sus ojos y en su boca, cuando ganaba la vida matando á obscuras y sin dar la cara, había sustituido una mirada hipócrita y una sonrisa fría y asquerosa que parecía haberse estereotipado en su boca rasgada.

En guardia exclamó él con frenesí . Me despido de Cádiz matando a un amigo. En guardia exclamé yo sacando la espada. Los preliminares duraron poco y los dos aceros culebrearon con luz de plata en la oscuridad de la noche. De pronto uno de los padrinos dijo: Alto, alguien nos ve... Por allí avanza una persona. Un bulto negro... Maldito sea el curioso.

¡Por lo pronto, contestó el barón de Morel arrancándose el parche que por tanto tiempo cubriera su ojo izquierdo, creo haber cumplido mi voto dando muerte en leal combate á uno de los más pujantes y famosos caballeros enemigos! Y ahora ¡á morir matando! Lo mismo digo, asintió tranquilamente Oliver de Butrón, enarbolando pesada maza.

Hubo una exclamación de protesta. ¡Banderillear él!... Todos conocían su flojedad en tal suerte. Esta quedaba para los que habían hecho su carrera paso a paso, para los que habían sido banderilleros muchos años al lado de sus maestros antes de llegar a matadores; y Gallardo había comenzado por el final, matando toros desde que salió a la plaza. ¡No! ¡no! clamaba la muchedumbre.

Desembarcando á la hora de la siesta, habrían entrado por las calles sin que nadie los viese, lo mismo que á través de una ciudad muerta; habrían sorprendido el cuartel, matando á la guardia, que seguramente estaría tendida á la sombra y roncando. Es una locura continuó Jaramillo intentar ataques de noche en un país como el nuestro. No hay mas que acordarse de lo que pasa en la selva.

3 Mas ellos, tomándole, le hirieron, y le enviaron vacío. 4 Y volvió a enviarles otro siervo; mas apedreándole, le hirieron en la cabeza, y volvieron a enviarle afrentado. 5 Y volvió a enviar otro, y a aquel mataron; y a otros muchos, hiriendo a unos y matando a otros. 6 Teniendo pues aún un hijo suyo amado, lo envió también a ellos el postrero, diciendo: Tendrán en reverencia a mi hijo.

Adiós, Crainqueville; mi nieto me espera. Para el pobre no hay fiestas. Esta noche trabajará como todas. El filósofo ambulante, que había terminado por aceptar la vida ilusoria de su compañera, creyó del caso darle algunos consejos. Te estás matando. Apenas comes; bebes demasiado. Gastas tu dinero exageradamente; vas á perder tu capital.

Mi compañero me dijo con tono triunfal: Oiga V., caballero; estos hombres se están matando para verlo y no conseguirán nada; pero nosotros lo hemos de guipar todito y con mucha comodidad... No se separe V. de ... Iremos pegados a los faldones de los soldados, y llegaremos a debajo del mismo tablao, sin mayor inconveniente... Hay que saber arreglárselas... De algo le han de servir a uno los años que tiene sobre el cogote... Vamos, no afloje V. el paso... Apriétese V. contra y déjese llevar... ¡Que se está V. separando, caballero!... Agárrese V. a mi capa... ¿Qué es eso? ¿Se queda V.?... Hombre, lo siento, porque no va V. a ver nada... Vaya, adiós, caballero... adiós...

Un bando de Facundo ordenó que todos los habitantes de la ciudad de La Rioja emigrasen a los Llanos, so pena de la vida, y esta orden se cumplió al pie de la letra. El enemigo implacable de la ciudad temía no tener tiempo suficiente para ir matando poco a poco, y le da el golpe de gracia. ¡Qué motiva esta inútil emigración? ¿Temía Quiroga? ¡Oh, ! ¡Temía en este momento!

La madre había sido una española de Amalfi, que el escudero robó una noche, hiriendo al padre y matando a un hermano, y que, descubierta dos años después, prefirió dejarse ultimar en el tormento antes que denunciarle. Componían la covacha dos habitaciones con un jardincillo, en el fondo de una casucha, detrás de San Pedro.