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Este viaje iba á ser más corto que los anteriores. El Mare nostrum fué á Corfú con material de guerra para los servios, que reorganizaban sus batallones destinados á Salónica. En el viaje de vuelta, Ferragut fué atacado por el enemigo. Un amanecer, cuando subía al puente para reemplazar á Tòni, los dos vieron al mismo tiempo en forma tangible lo que llevaban á todas horas en su imaginación.

Y juntaba las manos con desesperación, mirando a Salvatierra y diciéndole con vehemencia infantil: No le crea usté, zeñó; es muy malo y me dice eso por pudrirme la sangre. Por la salusita de mi mare que too es mentira... Y explicaba el misterio de los dos sombreros superpuestos que llevaba calados hasta las orejas, rodeando su cara de pícaro de un nimbo de dos colores.

La armada, entre naves de combate y transporte, alcanzaba la cifra de más de 100 velas, descomponiéndose de esta suerte: Capitán general, Juan Andrea Doria, en la Real. 16 galeras más de su escuadra. General de la escuadra de Nápoles, D. Sancho de Leyva. 7 galeras, 2 de ellas de Stefano di Mare ó Mari.

Sólo se entendía que cantaba a «la mare», la madre de Dios, y al frasear esta palabra, su voz adquiría temblores de emoción, con esa sensibilidad de la poesía popular, que encuentra sus más sinceras inspiraciones en el amor maternal.

Todo el ejército aliado de Oriente, volviendo de la sangrienta y errónea aventura de los Dardanelos ó procedente de Marsella y Gibraltar, se iba amasando en torno de Salónica. El Mare nostrum fondeó ante los muelles, repletos de cajas y fardos. La guerra daba á este puerto una actividad mucho más grande que la de los tiempos tranquilos.

Marsella era la metrópoli del Mediterráneo, el puerto terminal para todos los navegantes del mare nostrum. En su bahía, de cortas olas, se alzaban varias islas amarillentas, con franjas de espuma, y sobre una de ellas las torres robustas del novelesco castillo de If.

Todos estaban borrachos; pero su embriaguez era dulce, sosegada y triste, sin otra manifestación que el suspiro y el canto, lanzándose varios a un mismo tiempo a entonar canciones melancólicas que hablaban de presidios, de muertes y de la pobre mare, eterna musa del canto popular de Andalucía.

También Jorge Sand dejó preciosos ejemplares de este género, aunque un tanto idealistas, en La Mare au Diable, La Petite Fadette, etc., etcétera. No le pese al insigne novelista montañés ser más feliz en lo segundo que en lo primero.

Del Mare nostrum no quedaba visible ni la boca de la chimenea ni una punta de mástil: todo se lo había tragado el abismo... Ferragut llegó á dudar si realmente había existido su buque alguna vez. Nadó hacia un madero que flotaba cerca, apoyando los brazos en él.

Por el momento, iban á Gibraltar para recoger la carga de un vapor que no había podido seguir su navegación. Del estrecho tal vez hiciesen rumbo á Salónica una vez más. Nunca emprendió un viaje con tanta alegría el capitán del Mare nostrum. Creyó dejar en tierra para siempre el recuerdo de aquella mujer ejecutada, cuyo cadáver veía en sueños muchas noches.