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Actualizado: 11 de junio de 2025
Los idealistas al negar la existencia de los cuerpos, no han negado su existencia fenomenal, esto es, su apariencia á los ojos del espíritu bajo una forma sensible.
Digan lo que quieran los idealistas, no hay, ni ha habido ningun hombre en su sano juicio, que haya dudado seriamente de la existencia de un mundo exterior: esta conviccion es para el hombre una necesidad, contra la cual forcejaria en vano. El mundo exterior es para nosotros inseparable de lo que nos representa la idea de extension: ó no existe ó es extenso.
Hasta qué punto contradiga la segunda edicion á la primera, no hay necesidad de examinarlo aquí: solo observaré que esta contradiccion le ha sido echada en cara al filósofo aleman; y que en su primera edicion se hallan palabras tan terminantes en favor del idealismo, que no deja uno de sorprenderse cuando en la segunda se encuentra con el mismo autor, combatiendo vigorosamente el sistema de los idealistas.
Porque si decimos que solo conoce el principio de causalidad de la representacion subjetiva de lo extenso, resulta que en los objetos no hay la verdadera extension; pues que viendo él todo lo que hay, si no la ve, no la hay. Estamos pues en el idealismo de Berkeley: un mundo externo sin extension, no es el mundo tal como lo reputa el sentido comun: es el mundo de los idealistas.
A decir verdad, el calificativo de naturalistas, aplicado a la mayor parte de estos escritores, no tiene explicación plausible, sobre todo si se los estudia en el conjunto de sus obras. Por otra parte, muchos de ellos, aun aplicando los procedimientos naturalistas, eran casi idealistas en teoría, apareciendo sus principios y aficiones estéticas en abierta contradicción con sus obras.
En lo íntimo de nuestra alma, estos dos estados son completamente distintos: aun en el sistema de los idealistas, es preciso reconocer esta distincion. Reflexionando sobre lo que experimentamos desde que vivimos, ó desde que tenemos conciencia de lo que pasa dentro de nosotros, podemos observar, que hay en nuestro ser dos clases de fenómenos.
Este argumento se funda en los fenómenos puramente internos y así vale, aun contra los idealistas, contra los que quitan al mundo externo toda realidad, y lo reducen solo á meras apariencias, á simples fenómenos de nuestro espíritu. Esas apariencias existen por lo menos como apariencias; ellas pues son algo, ellas son contingentes, ellas no son pues el ser necesario.
Yo sé mejor que nadie lo que es la pobreza, y por eso me irrito cuando en España y otros países que llaman, no sé por qué, «caballerescos» e «idealistas», oigo decir a las gentes con orgullo: «Yo que soy pobre, pero muy honrado». Y tal prestigio debe tener la frase, que muchos que no son pobres se jactan de serlo, como si esto fuese un testimonio de honradez... ¡Mentira!
También Jorge Sand dejó preciosos ejemplares de este género, aunque un tanto idealistas, en La Mare au Diable, La Petite Fadette, etc., etcétera. No le pese al insigne novelista montañés ser más feliz en lo segundo que en lo primero.
Me irrita esta fábula dice el naturalista . Es una historia inmoral, que enseña á los hombres desde su infancia el respeto á la avaricia y á la crueldad, el culto del egoísmo, la burla soez contra los idealistas, que piensan en algo más que la satisfacción de los apetitos materiales. Todo es mentira en este relato inventado hace miles de años.
Palabra del Dia
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