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Sus negros ojos brillaban, relucían, chispeaban, parecía que llevaban en una expresión de reto continua, persistente, indomable. Su paso no era lento, grave y acompasado, sino vago, indecisivo, maquinal, nervioso, por decirlo así.

Entre tanto, dejaré advertido que te den una sopita clara..., un caldo siquiera..., porque no puedes estar así... ¡Ea!, adiós, hija mía... »Pero yo no me incorporaba ni alejaba mi cara de la suya. » Adiós me dijo, al fin, estampando un beso, frío y maquinal, en mi frente.

El Canónigo musitaba, gemía, suspiraba, con el rostro cubierto. Por fin, bajando las manos, embozose con furia, y, después de buscar la salida como un ciego a lo largo del muro, desapareció de la cuadra, dando con el pie, hacia atrás, un terrible portazo. Ramiro sintió que todo su maquinal apegamiento hacia aquel hombre acababa de trocarse en súbito rencor.

Vió enfrente al príncipe, que parecía mucho más alto; vió el agujero negro de su arma, y sobre este agujero un ojo de glacial ferocidad escogiendo un punto en su persona para enviar la bala obediente. Y con una arrogancia maquinal giró sobre sus talones, para no permanecer de perfil, ofreciendo todo el ancho de su cuerpo. Los cuatro padrinos no vieron esto.

El pianista abrió los ojos con asombro; Castro se removió en su asiento; Novoa se quitó los lentes con un gesto maquinal de sorpresa, volviendo en seguida á montarlos en su nariz. Hubo otro silencio. Eso que propones dijo al fin Atilio sonriendo me recuerda una comedia de Shakespeare. ¡Nada de mujeres! Y el protagonista acaba por casarse.

¡Como la otra! repitió en acento ronco y cada vez más desencajado Montiño. ¿Pero estáis loco, señor Francisco? cubríos, que el aire hiela; embozáos y componéos, y venid conmigo. Montiño se encasquetó la gorra de una manera maquinal, y repitió su extraño estribillo: ¡Como la otra!

Muchas señoras extranjeras la buscan para colocar flores en la sepultura de un jorobadito que hacía versos: el conde Giacomo Leopardi. El silencio con que acogían estas explicaciones los dos clientes le hizo abandonar su oratoria maquinal para fijarse en ellos. El señor le había tomado una mano á la señora y se la apretaba hablando en voz muy baja.

Y la conversación, de la que estaba ausente el pensamiento, continuaba indiferente y vacía, mientras Liette, en su casa, cumplía su misión maquinal, con el corazón oprimido por dolorosa angustia. ¿Sabía algo Carlos?

El resto de la velada lo pasó agitado alternativamente por la esperanza y la impaciencia. No quería comer; la emoción había paralizado su apetito... Y una vez sentado á la mesa, comió más que nunca, con una avidez maquinal y distraída. Necesitaba pasear, hablar con alguien, para que transcurriese el tiempo con mayor rapidez, engañando su inquieta espera.

A medida que la hora fatal se aproximaba, sentíase más agitada, pero hablaba menos; su andar maquinal de un salón a otro, se aceleraba; su semblante se encendía, y sus labios no hacían sino articular por intervalos algunas exclamaciones de niña: ¡Oh mamá!... ¡mi pobre mamá!... ¡qué crueldad!... ¡qué injusticia!... ¡qué injusticia!... ¡Dios mío!