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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Bien se conocía en ella á la mujer que sabe vestirse, aunque iba en aquella ocasión hecha un pingo, casi indecente, con falda remendada, mantón de ala de mosca y unas botas.... ¡Dios, qué botas, y cómo desfiguraban aquel pie tan bonito. ¡Isidora!... exclamó D. Francisco, poniendo cara de regocijo, cosa en él muy desusada. ¿A dónde va usted con ese ajetreado cuerpo? Iba a su casa. Sr.
Los chiquillos la rodearon: uno le sacó la lengua, otro le tiró del mantón, y todos pusiéronse a hacerle pitos, descaradamente... Vino un criado y dijo que el señor de tal se había marchado ya...
Esta, desvanecida por su humildad, le obligó á declarar que se arrepentía de cuantas guasas había gastado respecto á los oráculos y que sólo de ella esperaba su salvación. Hecho esto, fué á su cofre y sacó dos velas de cera verdes y un mantón negro, con el cual tapó la mesa. Cerró luego la ventana y encendió las velas. Abrió el cajón de la consola y sacó una baraja.
Espere usted, Anita, que la acompaño murmuraba . Espere usted... puede ocurrírsele a usted algo. Encogiose de hombros Ana, y acortó el paso para dejar que se uniese Borrén. Emparejaron y caminaron en silencio por la carretera; Ana con los labios apretados y algo escalofriada y temblorosa, a pesar de ir muy arropada en el mantón.
Me senté al lado de ellas en una butaca que había dejado un caballero, y estábamos bromeando alegremente, cuando de repente veo delante de mí a Concha, de pañuelo a la cabeza y mantón. Y antes de que pudiera reponerme del susto, se arroja como una fiera sobre Matilde a bofetada limpia... Los tertulios lanzaron un grito de asombro. ¡Qué atrocidad!... ¡No puede ser!
Mi madre fue planchadora en casa de los señores de Pacheco... allí nos criamos mi hermana Mauricia y yo». He oído hablar de ustedes a Guillermina... Severiana dejó el cesto de la compra, que bien repleto traía, arrojó mantón y pañuelo, y no pudo resistir un impulso de vanidad.
Sus manos algo bastas, sin duda a causa del trabajo, oprimían un lío de ropa seminueva, mal envuelta en un pañuelo rojo. Rojo era también el que ella en su cabeza llevaba, descuidadamente liado debajo de la barba a estilo de Madrid. ¿Con qué prenda se cubría? ¿Sotana, mantón, gabán de hombre?
Si no le fuese posible le ruego por la salvación de su alma que vaya a San José y ponga un cirio en el altar de Nuestra Señora y rece con fervor una salve por su desgraciado amigo que de veras necesita de sus oraciones. Godofredo Llot.» No bien la hubo leído cuando, volviendo a echarse el mantón sobre los hombros, salió a la calle, montó en un coche y se hizo trasladar a la cárcel.
Gabriel sintió que le tiraban de la chaqueta, y al volverse vio a la jardinera. Ven, sobrino. Ya la tenemos ahí. Te espera en el claustro. Al salir, la señora Tomasa le mostró una mujer adosada al zócalo de piedra del jardín, encogida, envuelta en un mantón raído, con el pañuelo de la cabeza echado sobre los ojos. Gabriel no la hubiese conocido nunca.
Una arrojaba su mantón al redondel; otra, por ser más, añadía la blusa y el corsé; otra llegaba a despojarse de la falda, y los espectadores agarrábanlas riendo para que no se arrojasen a la arena o no quedaran en camisa.
Palabra del Dia
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