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Actualizado: 12 de mayo de 2025


De noche arrojábase del lecho asegurando que las criaturas nadaban en sangre, degolladas por un asesino invisible. Si tosían, era que se ahogaban; si comían mal, era que les habían envenenado. Una mañana salió precipitadamente, con mantón y pañuelo a la cabeza, y se fue a los barrios del Sur buscando a Benina, con quien tenía que hablar.

Delante te queda». A las víctimas de estos alegres deportes les resta el recurso de llevar bien escondido debajo del mantón un puntiagudo cuerno, y enseñarlo por vía de desquite a quien se divierte con ellas.

Algunos de estos veían a Juanita en la antesala, y como allí estaba sin cubrirse la cabeza y sin ocultar y dar sombra a la cara, con el mantón muy echado hacia adelante, según el recato y el beaterio lo exigen, Juanita, sin poderlo evitar, no les parecía saco de paja, y a menudo la miraban por estilo pecaminoso.

Y dicho esto, recogió el mantón en la antesala, bajó brincando por la escalera y se puso en la calle.

Mariquita, desde la puerta de su casa, arrebujada en un mantón, los seguía con la vista, participando del orgullo de su tío al ver que todos se agrupaban en torno de él, acompañándolo en sus paseos por el claustro. La proximidad de tanto hombre parecía marearla.

Al bajar la escalera, estrecha y oscura como boca de lobo, zumbábanle a Amparo los oídos y apretaba convulsivamente la carta, llevándola oculta bajo el mantón. La oprimía como oprimiría un puñal, con vengativo empeño y no sin cierto interior escalofrío.

Ayer... ¡qué pena!... no me conoció... ¡Tanto tiempo sin verme!... me tenía miedo... ¡pobrecita de mi alma!... miedo, así como se dice... Ni que su madre fuera el coco... En esto oyeron pasos, y miraron todas a la puerta. Era doña Guillermina, que entró, como siempre, muy apresurada, encendidas las mejillas, con su perdurable mantón oscuro, sus zapatones, su falda de merino.

Abajo, la mayor parte de las operarias eran madres de familia, que acuden a ganar el pan de sus hijos, agobiadas de trabajo, rebujadas en un mantón, indiferentes a la compostura, pensando en las criaturitas, que quedaron confiadas al cuidado de una vecina; en el recién, que llorará por mamar, mientras a la madre la revientan los pechos de leche.... Arriba florecen todavía las ilusiones de los primeros años y las inocentes coqueterías que cuestan poco dinero y revelan la sangre moza y la natural pretensión de hermosearse.

Pero la Sanguijuelera, cortándole la palabra, se echó un mantón sobre los hombros y salió con su sobrina, tomando el camino de la calle de las Amazonas, adonde llegaron pronto. Capítulo III Pecado «Ese tunante de Pecadillo dijo la Sanguijuelera metiéndose por un portal obscuro no sospecha que viene a verle su hermana. No te conocerá. Era un cachorro cuando te fuiste. Pero qué..., ¿no ves?

Detrás de la reja se columbra una mujer envuelta en inmenso mantón y cubierta su cabeza y rodeada su cara por aquel pañuelo de la India que ya hemos calificado de toca semimonjil, semihebraica.

Palabra del Dia

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