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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Se visitaba con los inquilinos de la casa, y con alguna familia de la inmediata, gente muy llana, muy neta; como que a todas las visitas iba la prójima con mantón y pañuelo a la cabeza. En el tiempo que duró aquella cómoda vida volvieron a determinarse en ella las primitivas maneras, que había perdido con el roce de otra gente de más afinadas costumbres.

Ella recogió su mantón, se arregló los pelos, limpióse las babas con la bocamanga. Queden ustedes con Dios dijo, me voy, pero al juzgado; ¡la ley ha de ampararme! Y se largó, arrastrando tras al renacuajo. La muerte de don Aquiles produjo en la casa radical transformación; todo cambió, como en una decoración de teatro.

Ella, traviesa y pícara, rebosándole malicia los ojos y desparpajo los labios, sin pañuelo a la cabeza, y liada en el mantón, dentro del cual removía el airoso cuerpo para sentirse acariciada del calor; él soñoliento, molesto, desasosegado y frío, trayéndose a cada instante sobre el hombro el embozo de la capa; la chica, toda viveza, el hombre, todo impaciencia.

Vistióse don Quijote, púsose su tahalí con su espada, echóse el mantón de escarlata a cuestas, púsose una montera de raso verde que las doncellas le dieron, y con este adorno salió a la gran sala, adonde halló a las doncellas puestas en ala, tantas a una parte como a otra, y todas con aderezo de darle aguamanos, la cual le dieron con muchas reverencias y ceremonias.

Paz, por Dios, no te arriesgues dijo Salomé chillando con horror, como si la inofensiva Clara tuviera un puñal en la mano. Déjala, déjala. ¡La mataría! dijo Paz apretando los puños y ahogada por la cólera. Salomé puso sobre los hombros de Clara el mantón, que al entrar en la casa había traído.

Pañuelo a la cabeza, mantón bien recogido sobre los hombros, y a la calle... Salió con rapidez y determinación, como quien sabe a dónde va y obedece a uno de esos formidables impulsos en línea recta que conducen a toda acción terminante. Ni tiempo dio a que Dorotea pudiera detenerla, porque cuando esta la vio, ya estaba abriendo la puerta y salía como una saeta. Eran las nueve de la noche.

Entró sacudiéndose el mantón, calado de agua. «¡Jo... sús, qué tiempo! Llueven capuchinos de bronce. Pero ¿no ha venido usted en coche? ¿Por quién me tomas, tonta? La peseta del coche es para , por el mandado. Tengo más salud que el Botánico, hija, y ando más que un molino de viento... Conque toma... Cuatrocientos y cuatrocientos son ochocientos... Nueve duros en plata... Falta un duro.

Fortunata determinó volverse a su casa, pues tenía algo que hacer en ella, y repitiéndole a Papitos las varias disposiciones dictadas por la autócrata en el momento de su segunda salida, se puso el mantón y cogió calle.

Buena bota»... Pensando esto, advirtió que la muchacha sacaba del mantón una mano con mitón encarnado y que se la llevaba a la boca. La confianza se desbordaba del pecho del joven Santa Cruz, y no pudo menos de decir: ¿Qué come usted, criatura? ¿No lo ve usted? replicó mostrándoselo Un huevo. ¡Un huevo crudo!

Pero lo gracioso fué que, estando ella en la puerta, aburrida del debate estéril de la madre con el dependiente, vió pasar a la tía Silda con un mantón color de diablo afligido, hecha una pordiosera; si estaba tan mal, ¿por qué no se ponía a servir?

Palabra del Dia

bagani

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