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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Yo estaba encarnada como una puesta de sol, y muy contenta, lo confieso, al saber que Máximo me encuentra bonita. ¡Quisiera tanto gustarle! El mal humor de la Marquesa se ha ido disipando poco a poco y ha acabado por convenir en que la presencia de Luciana en su casa es un gran atractivo para los amigos.
Luciana estaba muy pálida y sus ojos irritados indicaban un largo insomnio. Me tomó la mano, la conservó en la suya, cuyo calor me quemaba a través de mi guante, y me dijo: Gracias por haber venido... Es usted buena, Elena, y se puede fiar en usted, ¿no es verdad? Sus ojos me miraban como si buscasen mi alma en el fondo de los míos.
También esta vez tengo que excusarme por mi lentitud en escribirte; pero tenía una repugnancia inconcebible a la pluma, al papel, a mis ideas, a mis sentimientos, a todo, hasta a Luciana... Sí, Luciana, mi Luciana me resultaba una carga, un dolor, un despecho constante. Estaba celoso, y la he ofendido gravemente, como un estúpido.
Sea usted buena y franca... No sabe usted nada que se pueda reprochar a Luciana, ¿verdad? Reprochar... reprochar... Siempre se puede reprochar algo... hasta el ser demasiado perfecto... Eso no es responder... Voy a ser más preciso: lo que se podría reprochar a una joven seria... ¡Bah! Es usted fastidioso exclamó con un gesto de molestia.
¡Luciana!... Mi corazón se partía en el momento de perderla, y comprendía, sin embargo, que decía la verdad. Y esto era lo más amargo de todo. Luciana se levantó lentamente. Olvide usted que me ha amado. Yo me acordaré siempre... y ese recuerdo será el más dulce de mi vida pasada... Me hizo con la mano una seña de adiós, y salió de la sala. Yo no la retuve...
Luciana me suplicó que nos fuésemos, alterada de nerviosa impaciencia por escaparse de aquella atmósfera de muerte. Es tarde, y su padre de usted estará inquieto dije a Elena, que se levantó en seguida. La última mirada a la difunta, unas cuantas palabras dulces a los niños, con promesa de volver a verlos, y hétenos en marcha por la creciente sombra que invade el camino.
¡Un rompimiento! dije con emoción. ¿Cómo ha podido tal palabra encontrar el camino de esos labios?... Demasiado sabe usted que la amo. Empiezo a dudarlo. Luciana volvió a echar a andar a mi lado, pero sus miradas siguieron irritadas y duras. No respondí, no lo duda usted. Conoce usted su poder y abusa de él... Sabe muy bien que no puedo luchar y que nunca la he amado más que hoy.
Lo demás es polvo que el viento disipa. Elena al Padre Jalavieux. Estoy asistiendo a una bonita novela que espero terminará por una boda entre Luciana Grevillois y el señor Lautrec. Es visible lo que se gustan mutuamente y no me ocurre qué podría impedirles casarse. Luciana no tiene fortuna, pero creo que él tiene bastante para dos.
Mientras hablaba, la estaba yo mirando, y compadecía con todo mi corazón a la pobre Luciana, obligada a hacer un lindo retrato de tal cara. La Marquesa siguió diciendo: No puedo despedir a esas señoras de un momento a otro, como a criadas; tienen derecho a miramientos y las haré estarse aquí hasta final de verano, como estaba convenido. Pero rogaré a Luciana que no se ocupe de mí.
Como quieras... pero siempre será un hecho que la reputación de esa joven no está intacta... por una razón cualquiera, grave o fútil, antigua o reciente... ¿Qué piensas tú? Mi corazón latía tan fuerte, que me costaba trabajo hablar. Pienso que la de Jansien está, acaso, celosa por la belleza de Luciana y que otras pueden estarlo por su matrimonio...
Palabra del Dia
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