Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 2 de mayo de 2025


Es el tal casi hermoso, alto y rubio como un inglés y con su flema y su tiesura un poco altanera. Joven, rico y con bastante talento para deslumbrar, tiene con las mujeres todos los éxitos que puede desear y hasta algunos más. Lautrec, sin embargo, no tardó en despedirse, y yo me ofrecí el pobre desquite de hacer rabiar un poco a Luciana.

Elena, muy confusa por haber ocasionado tal algarada, me echó una mirada cuya angustia comprendí en seguida, y me propuse ser el mensajero de su caridad. Lacante dijo entonces que permitía a Elena volver, acompañada por ... ¡Y por ! se apresuró a decir Luciana.

Está usted cansado me dijo, y esta noche hablaremos mejor. Irá usted, ¿verdad? Trataré de ir. Su cara se ensombreció. ¿Qué puede impedírselo? ¿Una invitación? ¿Un placer? No hay placer para sin usted, Luciana. Esta noche iré, aunque sea tarde. Quiero hablar con Lacante, que no ha podido decirme más que dos palabras a la salida de la lección.

La discreción que me impone me es penosa para con Lacante, que es para más que un amigo; pero ella me responde que si Lacante es mi tutor, la Marquesa de Oreve es su protectora y habría las mismas razones para hacerle la confidencia. Y entonces, adiós secreto y vienen todos los inconvenientes de una espera interminable. Hay otra cosa que me alarma en Luciana.

Estoy cierto, sin embargo, de que tenía en la mente alguna maldad contra o contra Luciana... probablemente contra Luciana, que es demasiado hermosa para no suscitar muchas envidias. Creo que no hay para qué atormentarse por los dichos de esa aturdida de Sofía Jansien; y, con todo, aquella conversación me ha preocupado. Elena al Padre Jalavieux.

Vi que, en efecto, sería inútil insistir, pues su cara había tomado una expresión de dulce resolución, contra la cual se veía que no prevaldría ningún esfuerzo. Y, como se trataba de Luciana, aquella resistencia me mortificó.

Después se adelantó hasta alcanzar a Elena y a Gerardo, y añadió en voz alta: Señor Lautrec, usted, que es alto, ¿quiere alcanzarme esa rama de madreselva? Gerardo se volvió al oír su nombre y se apresuró a cortar y ofrecer a Luciana la rama de madreselva que estaba enredada en el mismo árbol en que había yo dicho que podría ahorcarme.

Me pareció que una aguda punta entraba hasta lo más profundo de mi corazón. ¡Imposible! exclamé. Elena no puede engañarse... Jamás una palabra mía ha podido causarle la ilusión del amor. Mejor para ella en ese caso dijo Luciana con indiferencia. He conservado una impresión penosa de esta conversación. Me siento más estrechamente unido que nunca con Luciana.

Y si fuera cierto lo que supone Luciana; si Elena hubiera podido equivocarse sobre los sentimientos que me inspira, habría yo cometido una mala acción... Por fortuna no lo creo, y esto me tranquiliza.

Luciana nos hace ver maravillosamente dijo con galantería Lacante una ley fatal de nuestra pobre humanidad, que la conduce a concebir la existencia de Dios como un dogma necesario, mientras es incapaz de establecer racionalmente ese dogma. Este callejón sin salida añadió riéndose es el gran infortunio de los filósofos.

Palabra del Dia

commiserit

Otros Mirando