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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Luciana es creyente, tiene el alma religiosa y habla noblemente de Dios y de las cosas divinas, que ella saborea como artista, más sensible, acaso, al sentimiento un poco vago de lo divino que a una fe precisa y determinada.

La Marquesa de Oreve me llamó ayer a su casa por una carta urgente y fui corriendo con el presentimiento de lo que iba a suceder. Estaba yo tan pálido y desencajado, que la Marquesa exclamó al verme: No se alarme usted, querido amigo... Lo que tengo que decirle exige ante todo calma y sangre fría... Se trata de Luciana, ¿verdad?

Lo abandoné a su disertación para ir a sentarme en el extremo de la mesa con la juventud, pues mi escasa importancia social me permite asociarme a ese batallón ligero. No me atreví a sentarme al lado de Luciana, que me había dicho por lo bajo, siempre prudente en su táctica: «No llamemos la atención

Este arreglo me agrada desde que he sabido que Luciana y su madre están invitadas para fin del verano en la «Villa del LysLa Marquesa quiere que Luciana le haga su retrato en miniatura y dar al mismo tiempo a Elena una amiga joven y distinguida que dispense provisionalmente a Lacante de la necesidad de buscarle una señora de compañía.

Luciana preguntó: ¿De qué hablaban ustedes? Decíamos que el verde será el color de moda de este invierno... Si lo duda usted, mire a la de Jansien. Luciana se echó a reír. Es verdad; parece una pradera. Y Kisseler que se había acercado, añadió: No le falta nada; ni la campanilla al cuello. Le falta el pastor replicó Luciana.

Pienso algunas veces si estará enamorado de Luciana, tan bella y tan inteligente. Sin embargo, más bien parece que se evitan. Pero queda lo desconocido, tan tenebroso, tan inmenso, tan lleno de misterios... Máximo a su hermano. 20 de octubre.

Yo no pido más que convenir en mis culpas: sus celos de usted me hirieron y tuve a orgullo el hacerle frente... Usted, para castigarme, no ha dejado un momento a Elena Lacante, y ha logrado también lo que se proponía, que, a mi vez, me he vuelto celosa. Esta es nuestra historia. ¡Usted celosa, Luciana!... Se estima usted muy superior a las demás para que eso sea posible.

Y ya sabe usted que Luciana tiene poca paciencia... De esto nacen violencias penosas y temo que resulte un poco de frialdad entre la Marquesa y nosotras. Véala usted, querida amiga, y trate de disponerla mejor en favor del retrato... Y si Luciana le habla a usted de sus dificultades, procure apaciguarla. No me hablará, querida señora. Tengo yo muy poca importancia para que se confíe a .

Usted lo acompañará necesariamente. Cuando me retiraba, me volvió a llamar: No tema usted por Luciana; no le diré nada desagradable, aunque retiraré mi cabeza de entre sus manos crueles. Hasta muy pronto, hija mía. En el jardín seguía el señor Lautrec afilando lápices a Luciana, que ya no dibujaba. La de Grevillois, en la ventana, clavaba asiduamente la aguja en el cañamazo.

No si podrá recibirla a usted, hija mía, nos vamos ahora mismo. Antes de que yo respondiera que venía a ruego de Luciana, apareció ésta. Entre usted me dijo vivamente; me alegro mucho de verla. Y dirigiéndose a su madre para prevenir toda objeción, añadió: Estoy absolutamente lista y ya he tomado el . Mientras lo tomas y acabas de vestirte, puedo hablar un momento con Elena.

Palabra del Dia

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