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Actualizado: 2 de junio de 2025
Hay que perdonarme que me gusten los elogios y que sea sensible a las dulces palabras. Es un defecto común a todas las mujeres. Habíamos llegado al sitio habitual de separarnos y me fui con Lacante y con su hija. A pesar de haber hecho las paces con Luciana, no estaba contento. La había encontrado dura en su defensa y fría en sus promesas. Ella, por su parte, conservaba un secreto descontento.
Pero, es raro, la idea de ver a Lautrec convertido en el hijo de la casa, en la de Lacante, me oprime el corazón... No puedo, sin embargo, casarme al mismo tiempo con Luciana y con Elena, la morena y la rubia... Estoy loco y me voy a la cama. Buenas noches, querido hermano... Elena al Padre Jalavieux. Octubre.
Lo que se cuenta, se mide o se pesa contesté; no vale nada al lado de una sola gota de infinito... Luciana dejó ver su bella y seductora sonrisa y respondió: Lo veo a usted venir: el amor es infinito, ¿verdad? Lo es el mío, ciertamente. Diga usted el nuestro, Máximo.
Creo que la mía hubiera sido hacerme cartujo y pasarme la vida entre cuatro paredes descifrando manuscritos, pues la verdad es que detesto la vida que hago, las relaciones, las vanidades, la vanagloria del éxito, el placer, y, sobre todo, a las mujeres, desde la primera a la última; no exceptúo más que a Luciana... con mil trabajos.
Su sorpresa de usted me prueba dijo Luciana, que Elena ha guardado el secreto... Quiero hacerle justicia a su vez... Las cartas que usted vio que Lautrec le entregaba, eran las mías. ¿Las tiene usted? Las he quemado... así como las respuestas. ¡Ah!
¿No retira usted nada de lo que me ha prometido? No, por cierto; guardemos nuestras queridas esperanzas y tengámoslas secretas, ¿verdad? Hubiera yo deseado hacer mis confidencias al Cielo y a la tierra, pero Luciana me hizo observar que la situación de una novia a largo plazo y sin época determinada era embarazosa y algo ridícula.
Saludé sin responder y me fui a mi casa, donde encontré otro anónimo como los anteriores y que los siguió a la chimenea. ¿Qué enemigos de mi dicha se ocultan así en la sombra? ¿Qué bajas envidias ha excitado contra ella la pobre Luciana? No puedo sospechar de Sofía Jansien. Por mucho rencor y antipatía que tenga contra ella, no puedo creerla capaz de acciones tan bajas y despreciables...
Esa exuberante amiga de las artes, que pinta como canta, ha escogido a Luciana para retocar clandestinamente sus obras maestras, y paga liberalmente su talento, y, sobre todo, su discreción. La felicité con un bravo un poco seco, saludé a la de Grevillois, muy ocupada en cumplimentarla para hacer caso de mí, y traté de descubrir a Luciana.
Y, además amigo mío, aun cuando se me probase que Luciana ha querido ante todo asegurarse una posición y un marido de buena voluntad, y que había usado de astucia para pescarme en el anzuelo de su belleza, sería ya tarde para desdecirme, pues he dado mi palabra. Pero tranquilízate; me ama y me prefiere a todos los que la asedian con sus adulaciones. De otro modo, ¿por qué me había de escoger?
Gerardo iba al lado de Elena e inclinaba graciosamente la cabeza hacia atrás, como para verla andar. Y Luciana, cuya alegría iba renaciendo a medida que nos alejábamos del campo Quemado, le preguntó riendo: ¿Qué busca usted en la espalda de Elena? Quiero ver si le brotan las alas. Elena, muy absorta en sus pensamientos, no oyó nada de esto.
Palabra del Dia
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