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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Un rumor de celosías resonó junto a él y, antes de que pudiera admirar la blancura de un brazo, cargado de brazaletes, que asomó entre las maderas, una flor, un rojo y ancho clavel, golpeole con viveza en el rostro. Ramiro se acercó a atisbar por la abertura. No se veía sino la hueca lobreguez de una estancia.

Veía las cosas, las tocaba, preguntaba, y aun respondía como cediendo a una fuerza mecánica. No estaba segura de hallarse despierta, ni de que fuese realidad lo que le pasaba; iba y venía medio ciega, mareada, con algo en el cerebro, entre jaqueca y manía, sorprendiéndose de ver cómo brillaban instantáneas, sobre la densa lobreguez de su pena, algunos relámpagos de alegría.

Ferragut, asomado á la borda, exploraba la lobreguez del muelle. Le pareció ver á unos hombres llevándose á otro en brazos. Un resto de su cólera le hizo levantar la diestra, armada todavía, apuntando al grupo. Luego volvió á bajarla... Pensó en los que se acercaban para averiguar lo ocurrido. Era mejor que encontrasen el buque silencioso.

«Allá me decía , la llanura abierta, los campos amenos, el sol radiante, los frutos, las flores, la égloga, el idilio de la vida; aquí, la bravura salvaje, la lobreguez de los abismos, el silencio mortal de los páramos, la inclemencia de la soledad; allí, el hombre, rey y señor de la tierra fértil; aquí, siervo infeliz, sabandija miserable de sus riscos escarpados y de sus moles infecundas.» Y me sentí invadido de una profunda tristeza.

De este modo veía á los pulpos del Acuario con dimensiones gigantescas, tal como deben ser los calamares monstruosos que viven en fondos de miles de metros, iluminando la lobreguez de las aguas con la estrella verdosa de sus núcleos fosforescentes. Desde tiempos remotos, los hombres de mar habían conocido á la gran bestia blanda de los abismos.

Mas sus habilidades culinarias fueron estériles. ¿Qué vale el buen caldo contra la pasión de ánimo? ¿Qué pueden Vatel ni Motiño contra la lobreguez de ideas? ¡Mísero don Juan!

Salió a la arena guapamente y se quedó plantado en mitad de ella, con el asombro de la luz después de la lobreguez del toril y del bullicio de miles de personas luego del silencio de los corrales. Pero así que le pinchó un picador, pareció llenar la plaza entera con su grandiosa bravura. No hubo para él ni hombres, ni cabayos, ni na.

Unos instantes experimentaba sensaciones análogas a las que sufriría una ciega, para quien la lobreguez de la ceguera se trocase de improviso en viva claridad; se sentía deslumbrada por el amor. Sus conjeturas, sus dudas, su ignorancia medio desflorada por la malicia, todo se había desvanecido, quedando en su lugar la sabrosa certidumbre del pecado.

Pero, sea en hora buena, vamos donde queréis, que ya me prometo salvaros de alguna peligrosa brujería. Ramiro y su compañero no pudieron dejar el palacio hasta las diez y media de la noche. El claro de luna cortaba a trechos, con blancuras de mortaja, la lobreguez de las calles, y, estampaba en el suelo de las plazoletas la sombra de las torres y las techumbres.

Pero la llama de los primeros días no pudo mantenerse; ya no volvió a sentir aquellos arrobos que encendían en la cripta de su alma las lámparas de fuego de que hablaba Fray Juan de la Cruz. La noche de frío y de tinieblas cayó sobre su corazón; la lobreguez y la humedad de su guarida comenzaron a hastiarle; la lectura se le hizo insufrible.

Palabra del Dia

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