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El mar producia al pié de las murallas sus formidables chasquidos, lanzando nubes instantáneas de espuma, miéntras que centenares de paseantes vagaban por en medio de las arboledas y los lindos jardines de la «Alameda», casi bajo los balcones y las celosías de las espléndidas casas que dominan los malecones y terraplenes.

Todos ellos sonreían satisfechos de la caricia de popularidad que les alcanzaba yendo al lado del torero. En la puerta de la casa hubo durante el día reparto de limosnas. Llegaron pobres hasta de los pueblos, atraídos por la fama de esta boda estrepitosa. En el patio hubo gran comilona. Algunos fotógrafos sacaron instantáneas para los periódicos de Madrid.

Cuando sintió los labios del joven posados sobre la piel de su mano, tembló toda, se puso pálida y roja con intermitencias casi instantáneas, y una corriente de calor ardientísimo y una ráfaga de frío nervioso circularon alternativamente por su santo cuerpo, no acostumbrado al contacto de labios humanos. Después de una pausa, principió á recobrar su aplomo y dijo: ¡Qué locura! ¡Santa yo!

Y presenció cosas maravillosas, instantáneas, como si todas las reglas de la vida acabasen de sufrir un trastorno caprichoso. Un oficial que estaba á pocos pasos emprendió un vuelo inexplicable.

Tuve que arrostrar la enemistad de grandes directores de teatro, de hombres de negocios, de ministros, que me recomendaban á sus protegidas. Hasta un monarca me retiró el título de duque que acababa de darme, porque rechacé á su amiga predilecta... Las seis vestían los últimos modelos de la rue de la Paix. Los reporteros, kodak en mano, sacaban instantáneas de lo que iba á ser la última moda.

La emoción y la sorpresa son instantáneas, pues la situación y configuración del terreno donde la masa de agua se precipita, tiene una depresión particular que no permite al viajero apreciar detalle alguno, sino todo el conjunto. Una sola visual descorre el grandioso cuadro, y el estupor invade la materia, concentrando la admiración en el espíritu.

Veía las cosas, las tocaba, preguntaba, y aun respondía como cediendo a una fuerza mecánica. No estaba segura de hallarse despierta, ni de que fuese realidad lo que le pasaba; iba y venía medio ciega, mareada, con algo en el cerebro, entre jaqueca y manía, sorprendiéndose de ver cómo brillaban instantáneas, sobre la densa lobreguez de su pena, algunos relámpagos de alegría.

Quilito y Jacinto, dos capitalistas con más agujeros en los bolsillos que moneda sonante, no se preocupaban de estas historias; si la guerra es así y la vida es así: el soldado no huye, ni abandona el fusil, porque el compañero cae y las balas silban... Adelante; el camino es corto y el premio a conseguir brillante; ofuscada la mente por la visión de fortunas instantáneas, iban derecho al enemigo, sin temor al fuego ni a la muerte.