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Actualizado: 9 de junio de 2025
Lejos de negarle, le reconozco y le admiro; pero me quejo de ellos y los censuro y los encuentro más fotógrafos que poetas, porque faltan al precepto aristotélico, que es, en mi sentir, el fin del arte, y porque pintan las miserias y desventuras humanas con tan minuciosa exactitud y con tan científico, experimental y poco poético detenimiento, que se diría que sus libros, en vez de ser de pasatiempo y de recreo, vienen á reemplazar los silicios, las disciplinas y otros medios á propósito para mortificarse y hacer vida penitente.
Sólo se oyó salir de algún rincón del anchuroso escenario, el melancólico grito que pregonaba: «¡Agua de limón fría, barquillos, agua, azucarillos, agua!». Dos fotógrafos, situados en el lugar oportuno para tomar la vista, enfocaban cubriéndose la cabeza con el paño de bayeta verde, y sus máquinas parecían los ojos de la Historia contemplando la escena.
Rita y Manolita obligaban al primo a fijarse en los retratos que las representaban apoyadas en una silla o en una columna, actitud clásica que por aquel tiempo imponían los fotógrafos; y Nucha, abriendo un álbum chiquito, se lo puso delante a don Pedro, preguntándole afanosamente: ¿Le conoces?
Todos ellos sonreían satisfechos de la caricia de popularidad que les alcanzaba yendo al lado del torero. En la puerta de la casa hubo durante el día reparto de limosnas. Llegaron pobres hasta de los pueblos, atraídos por la fama de esta boda estrepitosa. En el patio hubo gran comilona. Algunos fotógrafos sacaron instantáneas para los periódicos de Madrid.
De la Plaza del Águila pasamos á la de Monterrey, y nos encontramos frente á frente del magnífico palacio de este nombre, que es otra de las maravillas de Salamanca, según podéis ver en los escaparates de los fotógrafos de esta villa y corte, y que sirvió de modelo para el Pabellón Español de la Exposición de París de 1867. Huímos, pues....., bien que jurándonos volver al cabo de pocas horas.
Vió avenidas formadas solamente de jardines y de estudios. Varios miles de artistas de ambos sexos, de maquinistas escénicos y de fotógrafos constituyen su único vecindario. En las calles, á la hora del lunch, se encuentran odaliscas arrastrando sus velos, españolas con mantilla, ó pieles rojas con penachos de plumas, según es el film que está en ejecución.
Ambos se abrazaron, y algunos aduladores del Padre de los Maestros sintieron que no estuviesen presentes los fotógrafos de los periódicos para retratar el abrazo de los dos genios más célebres del país.
Pero esta afición no la conocía nadie más que los libreros y fotógrafos, que tenían buen cuidado de pasarle recado así que llegaba de París, Londres o Viena alguna remesa. En un rincón estaban sentadas Pascuala, una viuda sin recursos que servía a Clementina mitad de amiga, mitad de dama de compañía, y Pepa Frías que acababa de llegar.
Continúa la discusión entre estos caballeros; están a punto de venir a las manos; pero he aquí que llegan los periodistas, el operador del cinematógrafo, los fotógrafos, el maestro Bouteloup, los parientes y los amigos de cada combatiente; aquello se llena de gente; se desinfectan las espadas quemándolas en una palangana; los dos médicos, que proceden a esta delicada operación, parecen hacer un ponche; ambos duelistas, en camisa, se mantienen aparte; el guarda del barrio se acerca al vizconde y le habla.
Palabra del Dia
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