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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


Y lloraba, señor; habíase llevado un dedo a los ojos y lo retiraba mojado de lágrimas. ¡Llorar un hombre como él! ¡Ah, la ingrata...! Pero un golpe de tos seca, espasmódica, asfixiante, le volvió a la realidad.

Se acordó de su madre, que tal vez lloraba á aquellas horas releyendo la carta que le había dejado para anunciarle el objeto de su fuga. Sobrevino además repentinamente la intervención de Italia en la guerra, suceso que todos esperaban, pero que muchos veían aún lejano. ¿Qué le quedaba que hacer en este país?... Y una mañana había desaparecido.

Mañana hace un mes que murió tu hermano Pepito... Yo que has tenido una convulsión por haber visto la caja... A no me han dejado ir a tu casa porque decían que me iba a impresionar, pero toda la tarde la pasé llorando... Luisa te lo puede decir... Lloraba porque Pepito y yo éramos novios... ¿no lo sabías? ¡No! Pues lo éramos desde hacía dos meses.

Gemía oyendo a su hermano, como si cada una de sus palabras penetrase en su alma, crispándola con el dolor de las heridas desgarradas; pero no abría su boca: temía decir demasiado y únicamente lloraba, poblando de lamentos el silencio de la tarde. Habla gritaba imperiosamente Fermín. Di algo. quieres a Rafael; le quieres tal vez más que antes. ¿Por qué te separas de él? ¿Por qué le despides?

No prosiguió Catalina con repentina energía, eso puede que te plazca a ti; pero yo me vuelvo como he venido, por la ventana, o bien me quedo en este mismo lugar. Y cayó repentinamente sobre Carolina, que lloraba sobre un montón de nieve, y la sacudió con fuerza. Luego dormirás. ¡Chito! ¡Callemos! ¿qué es eso?

Hacía ya algún tiempo que su madre había observado que una pena oculta la devoraba, esforzándose en penetrar el secreto de su corazón. «¿Qué tienes, Cornelia mía», le decía, y Cornelia se inclinaba sobre el seno de su madre y lloraba. «¿Estás enamorada?», le preguntó un día. Cornelia no respondió. Es que aquél era su secreto y no se atrevía ni a negarlo ni a confesarlo.

La huérfana lloraba como si fuera culpable ... Por fin pudo decir: Por Dios, escúchame. Yo te contaré. ¿Qué me vas á contar? dijo él más colérico. Pero si voy á matar á ese hombre ... ¡Oh! Clara añadió transformando su ira en intenso dolor. ¿Cómo has podido ...? Yo estoy loco, sin duda. Lo que he visto es una locura. No ... yo te explicaré le dijo ella recobrando su valor.

Don Luis daba voces a sus criados que le dejasen a él y acorriesen a don Quijote, y a Cardenio, y a don Fernando, que todos favorecían a don Quijote. El cura daba voces, la ventera gritaba, su hija se afligía, Maritornes lloraba, Dorotea estaba confusa, Luscinda suspensa y doña Clara desmayada.

Se sentaba, leía una carta, lloraba un poco, guardaba luego la carta, arrugándola en el bolsillo de la bata; iba en seguida al comedor, regresaba al gabinete, repetía la lectura, la lágrima y el estrujamiento del dichoso papel... ¿Qué es eso, señora? ¿Qué pasa?

Durante un cuarto de hora fui ensordecido por los aplausos, y decía para con alegría: ¡Pobre joven! ¡te veo perdido!... Comenzó Farinelli... y bien pronto no se aplaudió más... ¡se lloraba!

Palabra del Dia

vengado

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