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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Los tornillos y bulones saltaron á impulsos del sacudimiento general. Un segundo cráter se abrió en mitad del buque, llevándose esta vez en el abanico de su explosión miembros humanos destrozados. Adivinó el capitán que era inútil la resistencia.

La primera interrogación la hizo aproximándose á Robledo, pero éste se echó atrás, huyendo de su contacto. Las otras dos las acompañó llevándose las manos á las sienes, como si hiciese un esfuerzo doloroso para concentrar su memoria. Al fin, dijo otra vez con desaliento: ¡Han pasado tantos hombres por mi vida!...

El ingeniero, sus acólitos y todos los hombres de fuerza sintieron que sus ojos se humedecían. Luego, llevándose las manos á la garganta, empezaron á estornudar.

Allá voy... allá voy dijo con tono de superioridad, como si fuese a dispensar a su acompañante el mayor de los placeres. Llevándose una mano a la boca, se extrajo de golpe la dentadura, guardándola en la faja. Su rostro se llenó de arrugas en torno a la boca sumida, y comenzó a cantar las frases del sacerdote y las respuestas del ayudante.

Subiendo la escalera había previsto la disputa; pero en esta resultaba una espantable cosa que ella no había previsto. «De una manera infame repitió Sánchez Botín . Acabemos. Me gustan las cosas claras y los juicios rápidos. ¿Dónde están los pendientes de tornillo? Aquí están dijo Isidora llevándose la mano a la oreja. ¡Mentira! Esos son falsos.

Ella recibió el golpe encogiéndose, retrocediendo, oscilando, dejándose caer en una silla, sin voz, sin pulso, sin alientos, sin lágrimas, meneando la cabeza y agitando los labios como una idiota, llevándose ambas manos al corazón, donde sentía algo que se le moría de pronto, cierta cosa helada y terrible como debe de ser la muerte...

¿Qué pareja ni pareja? dijo Guillermina incomodadísima . ¡Mauricia!... ¡cómo se entiende! Pero no había tenido tiempo de decirlo cuando una peladilla de arroyo le rozó la cara. Si le da de lleno la descalabra. «¡Jesús!... Pero no, no es nada». Y llevándose la mano a la parte dolorida, clamó: «Infame, a , a me has tirado!».

El terreno adquiere fluidez hasta grandes profundidades y se escurre á lo largo de las pendientes, llevándose consigo no sólo veredas y fragmentos de roca sueltos, sino hasta casas y bosques.

A ese no hay quien le mate... Me lo dice el corazón. Otra desgracia más próxima quebrantó su calma. Un anochecer, al regresar á la avenida Víctor Hugo, encontró á doña Luisa con aspecto de terror llevándose las manos á la cabeza. La niña, Marcelo... ¡la niña!

Así que cerraba la noche, una turba de merodeadores saqueaba las orillas, llevándose todo lo que estaba suelto en barcas y edificios. El ingeniero mostraba con orgullo la gran sala de los motores, que aprovechaban el gas de la hulla, al que antes no se daba aplicación. Aquello era obra suya y proporcionaba á la casa, sin nuevos gastos, una fuerza de más de dos mil caballos.

Palabra del Dia

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