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Actualizado: 16 de mayo de 2025
¿Adónde me llevará usted, papá? ¿A Nápoles? No, hija mía, porque a Nápoles está demasiado lejos para ir allá de un tirón sin hacer ni un descanso. Además, Nápoles ofrece el inconveniente del sirocco, que agosta las flores, y la tenue ceniza del Vesubio, que abrasa los pulmones de las niñas. No llegaremos allí; nos detendremos en Niza...
Mi compañero me dijo con tono triunfal: Oiga V., caballero; estos hombres se están matando para verlo y no conseguirán nada; pero nosotros lo hemos de guipar todito y con mucha comodidad... No se separe V. de mí... Iremos pegados a los faldones de los soldados, y llegaremos a debajo del mismo tablao, sin mayor inconveniente... Hay que saber arreglárselas... De algo le han de servir a uno los años que tiene sobre el cogote... Vamos, no afloje V. el paso... Apriétese V. contra mí y déjese llevar... ¡Que se está V. separando, caballero!... Agárrese V. a mi capa... ¿Qué es eso? ¿Se queda V.?... Hombre, lo siento, porque no va V. a ver nada... Vaya, adiós, caballero... adiós...
Corneta hubiera hecho lo que yo decía se hubiera perdido la batalla? ¿Y usted cree que no llegaremos a Cádiz? Digo que este navío es más pesado que el mismo plomo, y además traicionero. Tiene mala andadura, gobierna mal y parece que está cojo, tuerto y manco como yo, pues si le echan la caña para aquí, él va para allí».
Las capitales de Europa eran dignas de su admiración, ¡pero Buenos Aires!... Pronto llegaremos, si Dios nos ayuda continuó alegremente . Allí se demostrará, galleguismo simpático, lo que usted vale y lo que lleva dentro.
¿Yo...? Se lo mando a usted... Acuéstese usted al momento. No le fue a ella posible entonces librarse de un abrazo apretado, y en aquel segundo estrujón, oyó estas cariñosas palabras: «¿No vale más que nos expliquemos como buenos amigos? Hijita de mi alma, si te enfurruñas, no llegaremos a entendernos». Jacinta fue bruscamente desarmada.
¡Ay! dijo ella más confusa y separándose del cura. ¡Cuándo llegaremos á esa calle!... ¿Está muy lejos todavía? Sí, hija mía: está lejos, muy lejos. ¿Pero qué prisa tiene usted? ¡Ah! sí, tengo mucha prisa. Pero no se moleste usted más. Dígame por dónde debo ir ... y seguiré sola. ¡Ah! no acertará usted en toda la noche. Está muy lejos. ¿Pero qué prisa tienes, hija mía?
Hija le respondió el Cojuelo , en estos paseos ordinarios no salen Sus Majestades; si quiere ver sus retratos al vivo, presto llegaremos adonde cumpla su deseo. Sea en hora buena dijo la tal Rufina, y prosiguió, diciendo : ¿Quién es este caballero y gran señor que pasa agora con tanto lucimiento de lacayos y pajes en ese coche que puede ser carroza del sol?
Y poniéndose en pie, Leonora dio dos pasos en la blanca barca, imprimiéndola un fuerte balanceo, y besó varias veces a Rafael, que soltando los remos se defendía entre risas. ¡Loca! Así no llegaremos nunca. Con descansos como estos se hace poco camino, y yo te he prometido llevarte a la isla.
¡Quién sabe, señor, si llegaremos a hacer algo juntos! Yo tengo allá... Y comenzó la exposición de una de las muchas empresas que, según él, le habían arrancado de su tranquilo retiro de Europa, no porque necesitase trabajar, sino porque era lastimoso permitir que se perdiesen negocios tan estupendos. Nélida, casi de espaldas a su padre, no dejaba que Fernando le oyese con atención.
Vamos, Juanillo, haz un esfuerzo; llegaremos pronto al puesto... ¿Pero señor, dónde se meten los coches...? Ni uno sólo cruza por aquí... Allá lejos veo uno... ¡gracias a Dios!... ¡Se aleja el maldito!... Aquí está otro... ésta ya es mío. A ver cochero... cinco duros si V. nos lleva volando al hotel número diez de la Castellana...
Palabra del Dia
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