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Actualizado: 16 de mayo de 2025


No podía tardar en ser de día, y si los australianos llegaban a verlos era segura su acometida, que sólo cuatro hombres, aun armados de fusiles y resueltos a defenderse, no eran bastantes para resistir. ¡Adelante! repetía Van-Stael, que trataba de adelantar camino . Pronto llegaremos al campamento, y, una vez allí, podremos refugiarnos en el junco.

El pobrecito está en pleno delirio continuó don Carmelo . En vano le dicen que vamos a Buenos Aires y que llegaremos pronto. Cree que volvemos a su país; y si al fin duda, pide que lo llamen a usted, señor Maltrana. «Que venga don Isidro.

Di: si nos casáramos, ¡qué tranquilidad!... que sabes tanto, contesta: ¿llegaremos a casarnos alguna vez?...

Un poco más adelante y bastante adentro ya del pinar, seguidos a corta distancia de los dos señores mayores, que se despistojaban mirando acá y allá por si se rebullía alguna tórtola en las inmediaciones del sendero: ¿Llegaremos pronto al sitio ese?

Entonces vendréis con la chalupa de vapor á pasar por la isla, lo más cerca posible, en cuanto cierre la noche, lo que es aquí obra de algunos minutos... Nosotros nos echaremos al mar y llegaremos á nado á la embarcación. Si grito, forzaréis la velocidad hacia nosotros, pues será que estemos en peligro. En pocos instantes se decidirá nuestra salvación ó nuestra pérdida. ¿Y el navío?

Y qué, ¿no podremos jamás sacar de su estado latente ese fluido imponderable y sutil, sin la combustión de muchas sustancias? ¿No llegaremos nunca a producir el fuego que mueva nuestras máquinas, sin tener que consumir toda la Flora exuberante y gigantea de las edades primitivas, y a conservar el calor vital sin destruir tantas formas, y sin devorar tantos seres?

Gray prometió al calesero refrescarle en casa de Poenco, y al oír esto ¡parecía mentira!, el lamparín avivó el paso. Pronto llegaremos dijo el inglés . No por qué el hombre no ha inventado algo para correr tanto como el viento. En Cádiz le aguarda a usted una muchacha bonita. No una, muchas tal vez. Una sola. Las demás no valen nada, señor de Araceli... Su alma es grande como el mar.

En cuanto a la oración, Ana decía que recitar de memoria plegarias era un ejercicio inútil, soporífero, que irritaba los nervios; las repetía cien veces, para fijar en ellas la atención, y llegaba a sentir náuseas antes de conseguir un poco de fervor.... «Nada, nada de eso; no hay cosa peor que rezar así, respondía el Magistral; a la oración ya llegaremos; por ahora en este punto basta con sus antiguas devociones». Y, aunque temiendo los peligros de la fantasía de Ana, por no perder terreno, tenía que dejarla abandonarse a los espontáneos arranques de ternura piadosa que venían sin saber cómo, a lo mejor, provocados por cualquier accidente que ninguna relación parecía tener con las ideas religiosas.

Vamos, Juanillo, haz un esfuerzo; llegaremos pronto al puesto... ¿Pero señor, dónde se meten los coches...? Ni uno sólo cruza por aquí... Allá lejos veo uno... ¡gracias a Dios!... ¡Se aleja el maldito!... Aquí está otro... éste ya es mío. A ver cochero... cinco duros si V. nos lleva volando al hotel número diez de la Castellana...

Tenemos el proyecto, Marenval y yo, de hacer una expedición al Mediterráneo. Llegaremos hasta Smirna y volveremos por Túnez y Argel. , dijo Harvey con indulgencia, es un bonito viaje para empezar. Se conoce que el señor de Tragomer quiere ahorrar molestias á Marenval ¿Se marea usted? No he navegado nunca, confesó Cipriano, pero no creo que sea más difícil que cualquiera otra cosa.

Palabra del Dia

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