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Actualizado: 9 de junio de 2025


¡Os equivocáis! exclamó con precipitación el padre Aliaga , yo no puedo tener celos de nadie; yo estoy retirado del mundo, muerto para el mundo. ¡Bah! allá lo veremos. Os he preguntado de quién está enamorada esa comedianta. ¿No lo adivináis por lo que os he dicho? No ciertamente. Llegará un día en que me habléis con lisura: la Dorotea está enamorada con locura...

El maestro Josef de Valdivielso. Por comisión del señor doctor Gutierre de Cetina, vicario general desta villa de Madrid, corte de Su Majestad, he visto este libro de la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, por Miguel de Cervantes Saavedra, y no hallo en él cosa indigna de un cristiano celo, ni que disuene de la decencia debida a buen ejemplo, ni virtudes morales; antes, mucha erudición y aprovechamiento, así en la continencia de su bien seguido asunto para extirpar los vanos y mentirosos libros de caballerías, cuyo contagio había cundido más de lo que fuera justo, como en la lisura del lenguaje castellano, no adulterado con enfadosa y estudiada afectación, vicio con razón aborrecido de hombres cuerdos; y en la correción de vicios que generalmente toca, ocasionado de sus agudos discursos, guarda con tanta cordura las leyes de reprehensión cristiana, que aquel que fuere tocado de la enfermedad que pretende curar, en lo dulce y sabroso de sus medicinas gustosamente habrá bebido, cuando menos lo imagine, sin empacho ni asco alguno, lo provechoso de la detestación de su vicio, con que se hallará, que es lo más difícil de conseguirse, gustoso y reprehendido.

Cavilosas variaciones de los juicios políticos. ¿Estan en el poder nuestros amigos políticos ó aquellos que mas nos convienen, y dan algunas providencias contrarias á la ley? «Las circunstancias, decimos, pueden mas que los hombres y las leyes; el gobierno no siempre puede ajustarse á estricta legalidad: á veces lo mas legal es lo mas ilegítimo; y ademas, así los individuos como los pueblos, como los gobiernos, tienen un instinto de conservacion que se sobrepone á todo; una necesidad, á cuya presencia ceden todas las consideraciones y todos los derechosLa infraccion de la ley ¿se ha hecho con lisura, confesándola sin rodeos, y excusándose con la necesidad? «Bien hecho, decimos; la franqueza es una de las mejores prendas de todo gobierno; ¿de qué sirve engañar á los pueblos, y empeñarse en gobernar con ficciones y mentiras?» ¿Se ha procurado no quebrantar la ley? pero se la ha eludido con una cavilacion fútil, interpretándola en sentido abiertamente contrario á la mente del legislador? «La ocurrencia ha sido feliz, decimos, al ménos se muestra tan profundo respeto á la ley, que no se le desmiente ni en la última extremidad.

El padre Aliaga no tiene más defecto que ser tonto dijo Quevedo mirando de cierto modo al bufón. Vaya, hermano don Francisco, hablemos con lisura y como dos buenos amigos; ya sabéis vos que tanto tiene de simple el confesor del rey, como de santo el duque de Lerma.

Date, date en esas carnazas, bestión indómito, y saca de harón ese brío, que a sólo comer y más comer te inclina, y pon en libertad la lisura de mis carnes, la mansedumbre de mi condición y la belleza de mi faz; y si por no quieres ablandarte ni reducirte a algún razonable término, hazlo por ese pobre caballero que a tu lado tienes; por tu amo, digo, de quien estoy viendo el alma, que la tiene atravesada en la garganta, no diez dedos de los labios, que no espera sino tu rígida o blanda repuesta, o para salirse por la boca, o para volverse al estómago.

¡Ah! exclamó el bufón como sorprendido, y dejando de comer ¡Dorotea! ¿qué tenéis vos que ver con Dorotea, padre? Y los hoscos ojos del bufón dejaron ver un relámpago de amenaza. Deseo saber, ya que no podéis ser su padre legítimo, lo que sois de esa mujer. Soy su perro. Os he suplicado que me contestéis con lisura.

Sois un oro... ¿Os habéis vestido ya? Atácome las calzas... Voy á preparar el almuerzo. ¿Quién es esta mujer? dijo Montiño. No lo dijo Quevedo encajándose los gregüescos. ¿Qué, no lo sabéis, y os metéis en su casa como en una posada, y la tratáis con una lisura que mete miedo? Tratándose de esta mujer, cuanto más miro menos veo.

Me saludó con gracia y con la misma digna lisura con que hubiera saludado a un conocido antiguo. Sonreía tristemente y estaba encendida, sobreescitada. El perro fijaba en una atenta e inteligente mirada. Perdone usted, caballero, me dijo Amparo, si he venido a incomodarle, pero he creído que debía venir a verle. ¿Y por qué, hija mía?

Palabra del Dia

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