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Actualizado: 7 de mayo de 2025


El día que muera el P. Herrera la hermosa Linilla se quedará sola en el mundo, y se quedará en la miseria.... ¡Qué de amarguras se le esperan! Aun no te había visto y ya te amaba; ¡viniste y desde que llegaste fué dichosa! Gabriela es buena, pero Angelina es un ángel. Rodolfo ¡eres un loco! El corazón de la huérfana es un manantial inagotable de ternura.

Aun conservo las cartas de Linilla. El P. Herrera nunca me dio las mías. ¡Para qué! pensaría. ¡Cosas de muchachos! Angelina profesó en México dos años después. Cuando las Hermanas fueron expulsadas pasó a París, y de allí la mandaron a Cochinchina. En París la vieron los señores Fernández. ¡Si usted la viera, Rodolfo! me decía la señora. ¡Lindísima! Parece una santa.

La huérfana calló, y de sus ojos húmedos se desprendieron dos lágrimas que cayeron en las violetas como dos gotas de rocío. ¡Perdón! repetí, estrechando a la joven entre mis brazos, y atrayendo su gallarda cabeza. ¡Perdóname, Linilla! Y sobrecogida de espanto me apartó dulcemente. ¡Cómo no perdonarte!

¡Vaya con usted y con el P. Solís! ¿Angelina monja? ¡Dios nos libre! Linilla será esposa y madre de familia.... Miróme fijamente la anciana, y, sonriendo, me dijo: ¿Te casarías con Linilla? ¡De mil amores! Ese casamiento seria muy de mi gusto. Dicen por ahí, pero yo no lo creo, que estás enamorado de Gabriela.... ¡No, tía! Ya sabe usted que las gentes dicen cuanto se les ocurre....

Pero no quiero que llegue, y busco en tus ojos luz de amor perenne, amor que no acabe, ¡amor que viva siempre!... Una cosa voy a pedirte.... No una, dos. ¡Cuánto quieras, Linilla!

Aunque crees que en la vida no hay más que tinieblas, la idea de plácido crepúsculo te hace sonreir, y cuando sueñas con días mejores, ya no piensas en tu Linilla, en la huérfana desventurada.... ¿A qué negarlo? ¿No es verdad que a solas, en la soledad de tu pensamiento, miras luminosos días de incomparable felicidad? , y entonces... ¡no piensas en ! Tienes razón.

Angelina se quedó cabizbaja, como atormentada por un triste presentimiento, como temerosa de decir algo que la avergonzaba. ¡Habla!... ¡Contéstame!... La huérfana callaba, baja la frente, mientras abría con la punta de los dedos el apretado seno de una rosa pálida. Linilla... ¡no seas cruel!

¿Y esa es la triste historia de tu vida? ¿A qué decirme, Linilla mía, repuse todo esto que me apena y aflige? ¿A qué poner en duda mi cariño, que en duda le has puesto cuando me desgarrabas el corazón, diciendo que no eras digna de ? ¿Indigna de mi amor, Linilla mía? ¿Por qué? ¿Porque has sido desgraciada, porque eres huérfana? Al contrario, niña mía: ¿qué mayores motivos para ser amada?

Sólo el dolor suele ser reservado y silencioso. Corresponde usted mal a mi amistad. ¿No he sido yo la primera en contarle la triste historia de un amor desgraciado? , Gabriela. Pues entonces, dígame usted que ama a Linilla, y que Linilla le ama a usted....

Una casa embellecida por Angelina; tus tías, felices, complaciéndose en verte; el P. Herrera lleno de alegría; y Linilla preparándole una sorpresa; y allá en el jardín dos niños, que parecían dos querubines, jugando con un arillo encascabelado. ¡Eso es lo que quieres! Lo tendrás a poco que te empeñes. Oyeme, óyeme: eres el único amor de Angelina.

Palabra del Dia

hociquea

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