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Actualizado: 29 de junio de 2025


En el tiempo de que voy hablando, aportó a Río, como secretario de la Legación de Su Majestad Británica, un inglesito joven y guapo; probablemente tendría ya cerca de treinta años, pero su rostro era muy aniñado y parecía de mucha menor edad.

La solemnidad beatífica con que encubre su nulidad, sus manos cuidadas de ocioso, sus pretensiones de resolver las cuestiones de etiqueta diplomática, porque fue en otro tiempo simple agregado a la legación de Berna, y hasta ese pueril conocimiento de las genealogías aristocráticas que le permite jugar con los grandes nombres como un chicuelo con las tabas, todo ese conjunto de necedades divierte a Lacante y completa el decorado.

Aunque nunca quiso inscribirse en el Consulado, por ahorrarse tres o cuatro duros, acudió con frecuencia a la Legación pidiendo que España reclamase diplomáticamente en su favor contra mil agravios y danos que del Gobierno argentino había recibido, y que exigiese, con amenazas de bombardeo, que dicho Gobierno le diera una indemnización muy cuantiosa.

Esta noche estarán radiantes, serán las reinas del baile, el señor Montifiori hará brillar su legación vacante. ¡Montifiori!... ¿Qué clase de hombre es Montifiori?... Te lo diré después... vamos, átate la corbata pronto. ¿Va bien así? Muy grande el moño, ¿no?... No; está bien, las mujeres no se fijan en eso; el pescuezo de los hombres les es indiferente. Bueno, ponte el frac; ¡excelente!

Es su autor D. Francisco A. de Icaza, primer Secretario de la Legación que tiene en Madrid la República mejicana, y muy conocido y estimado en la de las letras por algunos trabajos de erudición y de crítica y por elegantes y lindas poesías.

Hasta de Berlín llegaba la promesa, por conducto de una Legación neutral, de buscar á este joven en todos los campos de prisioneros. Sospechaban que debía estar confinado en Polonia en un campamento de castigo. Alicia se lanzó con vehemencia á medir el tiempo, como si la anhelada noticia fuese á llegar de un momento á otro. ¡Por Dios te lo pido, Miguel! Escribe, telegrafía hoy mismo.

No ha podido olvidar... Ella tenía catorce años y se enamoró de José Luis Aguirre, que ahora es agregado o secretario en una Legación. Se querían muchísimo, pero de tanto como se querían llegaron a imaginar para ellos un amor ideal, algo que no tuviese nada que ver con las dichas vulgares. Les lastimaba cualquier cosa que rompiese el encanto que vivían.

Creo poder asegurar que el número total de argentinos que han llegado a la ciudad de Bogotá desde el siglo XVI hasta la fecha, no excederá de diez, inclusive el personal de la legación que iba por primera vez en 1881 a saludar al pueblo en cuyo seno se desenvolvió la acción de Bolívar.

Empezaba a hablar con desprecio de «la carrera». En una Legación, el ministro, que había alcanzado sus ascensos, antes de que se inventasen las máquinas de escribir, por el primor caligráfico con que copiaba los protocolos, decía a Ojeda con irónica superioridad: «¡Qué letra tan pésima la suya!... ¿Y usted hace versos? ¿Y usted presume de literato?». Otros jefes le echaban en cara sus aficiones «ordinarias», su marcada intención de evitar las reuniones entonadas del mundo diplomático para juntarse con la bohemia del país, juventud melenuda que recitaba versos y discutía a gritos, en torno de los ajenjos, bajo nubes de tabaco.

Ahora es el propio Padre González quien me contesta. Dice que Narcisito no es griego natural y de siempre, sino trashumante y temporero. Dice que es el primer secretario de la legación de España en Atenas y en Constantinopla, que ha venido a Madrid con cuatro meses de real licencia.

Palabra del Dia

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