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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Muchísimo hay que decir, y he de decirlo, aunque incurra en la nota de pesado. No obstante la pesadez y el desaliño con que irá escrita mi carta, yo consiento en que usted haga de ella lo que guste: ó guardarla para , ó rasgarla, ó dejar que el público la lea. Desde luego el título de Himno me desagrada. Un himno es un himno, y catorce sonetos son catorce sonetos.

Si Lea había hablado había que impedir que escribiese, pero para esto había que verla, y la puerta seguía cerrada, y la casa parecía vacía. Sorege dijo en voz alta: Aunque tenga que estar aquí hasta la noche, la he de ver. Se sentó en un escalón y allí permaneció en la oscuridad, emboscado como un cazador al acecho.

Ya era tiempo de que yo viniese para hacerte volver á la razón. Lea levantó la cabeza y dijo con gravedad: ¡Es verdad! Ya era tiempo, en efecto. ¡Ah! ¿Lo ves? exclamó Sorege triunfante. Lea le miró con sublime desprecio. Ha comprendido usted mal. Todo este día que he pasado encerrada, sola y reflexionando, ha estado lleno de malas horas. El peligro infunde sospechas y yo que corro peligros.

El que lea esto se indignará del ultraje afrentoso e insolente hecho a sus partidarios mismos, a los que con su cooperación lo han elevado. Yo no veo en esto sino una faz histórica y característica de la lucha argentina.

Abrió la boca, pero no acertó á articular ningún sonido; sus ojos se abrieron desmesuradamente y toda su emoción se tradujo en un movimiento de cabeza y un chasquido de manos, aplicadas con fuerza al borde de la mesa. Pero Tragomer no le dió tiempo para reponerse y añadió en seguida: Lea Peralli está viva.

Cuando llegué a mi casa me dio un vuelco el corazón. Entré, y tía Pepilla salió a mi encuentro: ¡Rorró! ¡Rorró! Mira... y me enseñaba una carta. ¿Qué es eso? Mira... ¡una carta! ¿De Angelina? ¡De Angelina!... Vamos a ver qué te dice.... , tía; pero después de que yo la lea.... ¡Cómo quieras, Rorró! contestó sonriendo.

¡Pero se ha cometido un crimen! exclamó Jacobo con espanto. Veo todavía aquella mujer muerta, con su cabello rubio y su cara ensangrentada é informe... ¡Informe! ¿Quién era aquella mujer, si no era Lea? Eso es lo que vengo á preguntarte. El presidiario se torció las manos, angustiado por su ignorancia, que él creía mortal. ¡No ! ¡No puedo saber! ¿Cómo quieres que sepa? ¡Oh!

El marqués le miró sorprendido de la poca importancia que daba a aquella preciosa misiva. ¿Quieres que te la lea? Si no es muy larga.... Manolo la desdobló con el mismo cuidado y respeto que si fuese un autógrafo de Santa Teresa de Jesús y leyó con voz conmovida: "Mi queridísimo Manolo: Hazme el favor de mandarme por el dador dos mil pesetas que necesito con urgencia.

De modo, dijo la señora de Freneuse, que esa desgraciada mujer por quien hiciste tantas locuras y á la que pretendían que habías matado, está viva... Vive y está en Londres. Anoche cantó en Covent-Garden y asistí á la representación con mis amigos. En un palco oscuro y con la cara pintada como un actor para que nadie me reconociese, pasé la velada en presencia de Lea Peralli.

Lea contestó en tono brusco y desesperado: ¡Porque te amaba! ¿Y por eso me condenaste á un suplicio peor que la muerte?... ¿Quién era, pues, la mujer asesinada? ¿Qué te había hecho? Lo mismo que . Me hacía traición descaradamente; iba á marcharse contigo; me insultaba con su triunfo y se burlaba de mis celos... Jacobo se estremeció. Acababa de comprender. ¡Era Juana Baud! ; era ella.

Palabra del Dia

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