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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Pero como había oído al joven quejarse con amargura de que su mujer no lo hiciese, temía dejarla en peor lugar, ofreciéndose a desempeñar esta tarea. ¿Qué quieres que te lea? Con tal que no sea una de esas novelas terroríficas que le encantan a mi mujer, cualquier cosa. Bueno; te leeré el Año Cristiano. ¡No tanto! exclamó él riendo.
El notario levantó los brazos al cielo con una estupefacción demasiado vehemente para ser fingida. ¡Usted ama al señor de Candore! ¡Usted! ¡Usted! Le amaba como él a mí, más que a mi vida, pero menos que a mi honor, y, lejos de sustraerse a sus juramentos, que yo por otra parte no había ratificado, vea usted la carta que me escribió la víspera de sus esponsales. Lea usted, se lo ruego.
Porque mientras Lea se adhería más y más á mí, viendo mis esfuerzos por hacerla vivir dichosa, yo empezaba á cansarme de ella y la engañaba. Lo mejor hubiera sido, sin duda, renunciar á ella, refugiarme en mi familia, arreglarme y empezar de nuevo á vivir; era yo tan joven que todo hubiera sido posible.
Pensé, no sin complacencia, en el cuadro encantador que debían ofrecer aquellas dos hermosas criaturas y desde aquel momento se apoderó de mí la curiosidad malsana de poseer á Juana. Las espié y pronto adquirí la evidencia de sus tratos, pues descubrí sus costumbres y sus horas de cita. En sus relaciones había extraños refinamientos de vicio, en los que se descubría la imaginación ardiente de Lea.
Pero dele vuelta me respondió, siempre con los brazos levantados... Me levanté, y con la punta de los dedos, volví el libro para leer el título. Lea me dijo. Leí; Monsieur, Madame et Bebé. ¿Conoce? me preguntó, con una muequita llena de coquetería. ¡Oh! sí, es un poco antiguo ya le dije.
Pero si no la veía, oía su voz, que cantaba la hermosa melodía de la plegaria. Con mucha frecuencia había oído cantar á Lea cuando iba á su casa con Jacobo, pero no reconocía su voz. Era la misma y no lo era, así como la cara de Jenny era la de Lea y sin embargo se diferenciaba de ella en ciertos detalles.
Pensó que acaso Lea escuchaba también acechando con ansia su partida, y como si hablase á una sombra dijo en voz muy baja: Jenny, sé que está usted ahí. ¡Loca! Ábrame usted. Va en ello su salvación... Los momentos son preciosos... La engañan á usted... Escúcheme...
Jacobo dijo á sus compañeros: Ahora es preciso que yo dé las explicaciones necesarias para estudiar el problema y resolverle. Para empezar, fijaré el estado de mis relaciones con Lea Peralli. Hacía cerca de dos años que vivía con ella, como sabéis. Yo estuve al principio muy enamorado y ella, por su parte, parecía amarme tiernamente.
Subieron a un cuartuco; la Comadreja dio a su amiga recado de escribir, y entre las dos compusieron la siguiente epístola, que fielmente se traslada a la estampa: «Estimada Srta.: halguien que la estima le abisa que quien se guiere casar con Usté tiene compormetida huna Chica onrada, y lea dado palbra de casarse con ella.
¡Qué susto me ha dado! me dijo, estoy tan nerviosa, que todo me da miedo... ¿Y su marido? le pregunté, aparentando no interesarme por su sobresalto. No sé respondió. ¿Conoce este libro? agregó, indicando con un simple gesto el libro que mantenía sobre sus faldas. No; ¿qué libro es? Lea su título... No puedo leerlo... y en efecto, no era posible leerlo, porque el libro había caído dado vuelta.
Palabra del Dia
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