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La actual condesa de Rumblar, enterada de la aparición de una heredera, anunció a mi ama que entablaría un pleito, y vea usted aquí el motivo de que en casa se haya trabajado tanto por la legitimación. Por fin, las dos familias acordaron evitar la ruina de un pleito, y se han puesto de acuerdo sobre esta base: casar a la Srta.

Creo que hasta ahora no se ha mencionado la circunstancia de que cuando tenía Hawthorne casi concluída la novela, leyó lo escrito á su esposa, y preguntándole ésta cuál sería el desenlace, obtuvo por toda respuesta: "Realmente no ." Á su cuñada, la Srta.

Marquesa de Leiva. ¿Lo olvidarás?... ¡Dios mío! ¡Esas mujeres que pasan corriendo!... Sin duda los muy tunantes intentan deshonrarlas. Me voy... Toma, entra en el locutorio. ¡Para qué vendría yo a estos malditos barrios! Toma el ramo de flores contrahechas..., toma la carta, que darás a la Srta. Inés...; le dices que la Sra.

Este sesgo del asunto tiene para la familia la ventaja de que mi Sra. la Condesa no pasará ningún bochorno. La Srta. Inés ha sido reconocida por aquel...» Un violento golpe arrebató el papel de mis manos.

Desapareció el diplomático, llevado por su miedo, y al punto entré en la portería del convento con febril alegría, y di fuertes porrazos en el torno. Una voz regañona me contestó. Deo gratias dije . Vengo de parte de mi ama, la Sra. Marquesa de Leiva, a traer un recado a la Srta. Inés.

Marquesa me ha dado este ramo de flores y esta carta dije, introduciendo ambas cosas para que las tomara Inés. ¡Ah, el ramo para el Santo Niño de la Enfermería! dijo la monja vieja . La señora Condesa no se olvida de nosotras. También me ha dado un recado de palabra para la Srta. Inés continué , y es que se prepare a salir del convento para partir con ella a Madrid dentro de algunos días.

Ya estamos dentro de la casa; ya están á nuestra presencia cabezang-Gogo; ñora Putin y la hija de ambos, la chichirica dalaga Angué; que es como si dijéramos en Europa el ex-diputado Sr. D. Gregorio, la respetable Sra. Prudencia y la elegantísima Srta. María. Putin y Angué, ó sean Prudencia y María, son los tipos de la india rica. Observadlos y habremos llenado nuestro cometido.

Me parece que vienen por ese lado. ¡Jesús, esto es atroz! Si viene una bala perdida... Adiós, me voy; toma, chiquillo, encárgate de esto. Es muy fácil. Ahí está el convento. Mira, en aquel callejón está la puerta del torno. Entras, preguntas por la Srta. Inés, la novicia..., pues. Dices que vas de parte de la Sra.

Cuando se publicó dicha historieta, la Srta. E. P. Peabody le escribió á un amigo: "Ya oiremos algo más acerca de esta letra, pues es evidente que ha hecho profunda impresión en el ánimo de Hawthorne."

Recitaré algo de Meléndez, dijo el joven. No, de V. replicó Lucía. Sepa V., tío, añadió dirigiéndose al Comendador, que este señor es muy poeta y gran estudiante. Ya verá usted qué lindos versos compone. V. es muy amable, Srta. Doña Lucía. La amistad que me tiene la engaña. Su señor tío de V. va á salir chasqueado cuando me oiga.