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Actualizado: 2 de junio de 2025


Estaba arrodillada en un reclinatorio, con la hermosa cabeza apoyada en las manos cruzadas y con los ojos fijos en el cielo como para implorarle. Me estremecí. Por segunda vez y con mucho mayor intensidad que la primera, tuve la sensación de que Lea Peralli estaba delante de .

Quien quiera que los lea en mismos, conocerá que son mas sin comparacion los desvaríos que los aciertos. Faltóles la luz divina de la revelacion, con la qual pudieran haber disipado todos sus errores y tinieblas.

Lea usted, señor añadió presentándome el billete. Y cuando llegué a esta frase: Si se ofende al Cielo amando con toda el alma, es un crimen del que me acuso pero del cual él no es cómplice.

Juana salió a dar el recado, y volvió en seguida con una carta que puso en manos de doña Luz. Don Gregorio Salinas dijo Juana , me acaba de entregar esta carta, asegurando que será admitido en cuanto usía la lea. Dice que la carta es su credencial. Doña Luz, no bien tomó la carta y miró el sobrescrito, se quedó maravillada. Reconoció la letra de su padre.

Puedes estar tranquila; no me serviré de ella hasta que estés en seguridad. Permanece encerrada en tu casa. No recibas á nadie y menos á Sorege, y yo me encargo de desembarazarte de él. -Lea movió la cabeza dolorosamente. No le conoces. Me alcanzará á través de las paredes si permanezco aquí, y á través del espacio, si huyo. Es terrible y hiere siempre por donde menos se espera.

-Léamela vuesa merced, señor gentilhombre -dijo Teresa-, porque, aunque yo hilar, no leer migaja. -Ni yo tampoco -añadió Sanchica-; pero espérenme aquí, que yo iré a llamar quien la lea, ora sea el cura mesmo, o el bachiller Sansón Carrasco, que vendrán de muy buena gana, por saber nuevas de mi padre. -No hay para qué se llame a nadie, que yo no hilar, pero leer, y la leeré.

No quiero alargarme más en esto, pues dello se puede colegir que cualquiera parte que se lea, de cualquiera historia de caballero andante, ha de causar gusto y maravilla a cualquiera que la leyere. Y vuestra merced créame, y, como otra vez le he dicho, lea estos libros, y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere, y le mejoran la condición, si acaso la tiene mala.

Á estas palabras, primer rayo de luz en la oscuridad que le envolvía hacia dos años, Jacobo se estremeció y toda su inteligencia se puso en tensión para penetrar el misterio. ¡Ah! Empiezas al fin á confesar, infame... ¡Querías vengarte! , contestó Lea con energía. Lo quise porque me obligaste. Y la mayor parte de lo ocurrido lo hizo la casualidad.

El casamiento había sido en Londres, uno de esos matrimonios rápidos como se ven en las cintas cinematográficas, y para el cual sólo son necesarios un sacerdote que lea el libro santo, dos testigos y algunos papeles examinados á la ligera. Acabó el español por arrepentirse de tantas dudas.

¡; él es! dijo, tan sólo, el mancebo. Escuchose entonces un rumor de interjecciones y frases entreveradas. Es un tirano dijo alguien claramente. Su confesor agregó el cura de Santo Tomé ha de arder en el infierno, porque le absuelve. Otros exclamaron: Que se lea el cartel que ha de pegarse en los muros. Es harto tarde. Que se lea, y partiremos.

Palabra del Dia

consolándole

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