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Actualizado: 2 de junio de 2025
Lea permaneció como atontada, de pie, sin moverse, y él le dió un golpe violento en un hombro. ¿Vamos á volver á empezar?... ¡Ira de Dios! Te voy... No dijo una palabra más. Dando un grito de rabia, Lea se volvió y le hirió en la garganta con la larga aguja. Sorege se quedó de pie, con los ojos fijos y una sonrisa estúpida en los labios.
Yo me he limitado á dar de todo la más superficial noticia. Para terminar, recomiendo ahora á mis lectores, si alguno tengo que sea curioso y entendido en estos asuntos, que, ya que no pueda ver la Exposición, compre el catálogo y le lea. Con esto sabrá algo, pero no lo sabrá todo.
Sorege se arrojó á él de un salto y á pesar de los esfuerzos que ella hacía para impedírselo, conteniéndola con una mano y registrando con la otra, se apoderó de una carta en cuyo sobre estaba escrito el nombre de Jacobo. Sorege se apartó con aire sombrío, miró á Lea profundamente y dijo: ¡Aquí está! ¡ No creía que fueses capaz de denunciarme!
Me permito solamente hacerte observar, querida Lea, que tu razonamiento carece de sutilidad, pues me manifiestas tu intención de rehusarme toda bondad al mismo tiempo que me demuestras que has comprendido la energía diabólica de que soy capaz. Vamos, chiquita mía, coordina tus ideas.
Tragomer hizo un movimiento tan violento hacia Sorege, que Jacobo le puso la mano en el brazo para detenerle. Las cuentas que haya podido tener con Lea Peralli, dijo, serán saldadas entre ella y yo. Las que tengo con el señor de Sorege son de tal naturaleza, que, por su interés, le invito á no insistir en ellas... ¿Qué tengo que temer? preguntó audazmente el conde.
Lo ignoraba todo en mi suerte; mi infortunio era para mí un enigma indescifrable. Por muy grandes que hubiesen sido mis faltas no bastaban para justificar el exceso de mi miseria. ¡Establecer responsabilidades! ¿Cómo hacerlo en la oscuridad de mi espíritu? Lea Peralli muerta; ¿por qué? ¿Cómo y á manos de quién?
Sus goces son vanos y sus penas verdaderas. Si no tuviera el deber de limpiar mi nombre á causa de mi madre y de mi hermana, no aceptaría nada de ti é iría á llamar á la puerta de un convento, donde acabaría mi vida en la meditación y en el silencio. ¡Qué, Jacobo! Joven, rico aún, con la esperanza de la dicha, ¿quieres huir del mundo? Sí, Lea.
En realidad no le oía ni tenía necesidad de oirle. Sabía de antemano lo que le diría Jacobo y sólo pensaba en ganar tiempo para reflexionar. Sabe, pensaba, que Lea vive y que ha sustituído á Juana Baud. ¿Pero sabe que la muerta fué Juana? He aquí lo esencial. Si ese punto es todavía oscuro para él, nada hay perdido todavía. Lea está viva pero el vivir no es un crimen.
Una crítica de los sonetitos aquellos.... ¿Y quién es Agustín Venegas para meterse a crítico? Lea usted. Don Román estrujó el periódico y leyó. A las pocas líneas se puso trémulo, pálido, balbuciente. Han creído que usted es el autor. Lamento lo que ha sapado. Nunca pude imaginar....
Bien puede ser también que el favorable aspecto bajo el cual veo yo dichos y hechos, y que mi confianza en los destinos de la patria y en el mejor término y desenlace para los conflictos y apuros en que se encuentra hoy, agraden y consuelen á quien me lea, con lo cual me daré yo por bien pagado y justificaré razonablemente el haber reunido estas obrillas que los críticos severos y los que no me quieran bien calificarán por lo menos de insignificantes.
Palabra del Dia
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