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Actualizado: 5 de julio de 2025
Antes de esta imitacion de Byron, habia aparecido una traduccion de don Juan María Gutierrez, de la cual el autor tomó el siguiente giro poético: Se hallan dos corazones Tan fuertemente unidos, Que unos y otros latidos Se escuchan á la par.
En consecuencia de todas estas causas, pero aun mucho más debido á algo desconocido, parecía que no había ya en el rostro de Ester nada que pudiera atraer las miradas del amor; nada en la figura de Ester, aunque majestuosa y semejante á una estatua, que despertara en la pasión el anhelo de estrecharla entre sus brazos; nada en el corazón de Ester que pudiera responder á los latidos amorosos de otro corazón.
En los mismos momentos en que los dos maridos abandonaban la sala, Pierrepont, pareciendo obedecer contra su voluntad una orden de Mariana, se levantaba y salía de su localidad. Beatriz, que tras del abanico no cesaba de mirarlo, sintió que el corazón se le saltaba del pecho, y aun tuvo que ponerse sobre él la mano para contener sus violentos latidos.
No interrumpió la lectura, ni con un suspiro, ni con una exclamación, ni con una queja. Se puso alternativamente colorada y pálida. Mortal palidez prevaleció al cabo. Gruesas lágrimas brotaron de los hermosos y negros ojos de Beatriz y se deslizaron por sus mejillas. El silencio era completo. Se podían contar los latidos violentos del corazón de Beatriz y del corazón de Paco.
En todo aquello había mucha más canela de la que se había él figurado, y cabía más de otro tanto si se quería suponer. En aquella cabecita graciosa se reflejaban pensamientos de cierta especie, y en aquel cuerpo saleroso, latidos... ¡y vaya usted a saber! Pero, señor, ¿en dónde había tenido el ojo bueno hasta entonces?
Los colores de tu tez celeste se parecen al bermellon que hermosea las megillas de un nino dormido en el seno de su madre y mecido con los latidos de su corazon; se parecen al color de rosa que dejan caer los ultimos rayos del dia sobre la nieve de los ventisqueros, y que puede equivocarse con el pudico sonrosado de la tierra recibiendo las caricias del cielo.
No miraba nada; por nada del mundo habría osado poner la mano sobre ninguno de los objetos que me rodeaban; inmóvil, atento sólo a penetrarme de aquella indiscreta emoción, sentía agitarse convulsivamente mi corazón, y tan precipitados eran sus movimientos, que instintivamente me apretaba el pecho con ambas manos para ahogar en lo posible los incómodos latidos.
La viuda le dirigió una mirada de soslayo; la silla temblaba, movida por el estremecimiento de su cuerpo y tenía que apretarse el pecho para contener los latidos de su corazón. El intendente se aproximó a ella y le entregó el documento en un sobre sellado. Tomad, Marta le dijo ; conservad esto con cuidado hasta que yo vuelva de viaje.
De cuando en cuando se echaba atrás hasta el punto de que sus cabellos me barrían los labios. No podía hacer un gesto de mi lado, que yo no sintiera en seguida su aliento desigual y lo respiraba como un ardor más. Tenía los dos brazos cruzados sobre el pecho, acaso para contener los latidos de su corazón.
Ya os lo he dicho; todo es silencio, se distinguiría el vuelo de una abeja del de una mariposa. ¡Atención! ¿no oís los violentos latidos de un corazón que brinca y las inspiraciones de una respiración anhelante? ¿No oís hasta el ágil y fresco césped murmurar bajo el ligero peso que le aprisiona?
Palabra del Dia
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