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Actualizado: 5 de julio de 2025


Gratos eran sus besos, ya frescos como agua de peña viva, ya ardorosos como latidos de fiebre; pero ¡cuán más deleitosas eran las cosas que decía! ¡Qué mezcla tan extraña de impuro desenfreno y exquisita ternura!

Sus mayores triunfos de todos géneros habían venido así, con la corazonada verdadera, sintiendo él de repente, poco antes de la victoria, un valor insólito, una seguridad absoluta; latidos en las sienes, sangre en las mejillas, angustia en la garganta.... Se paró. «Estaba allí la Regenta, allí en el Parque, se lo decía aquello que estaba sintiendo.... ¿Qué haría si el corazón no le engañaba?

Por eso la anoto con estas fugaces reminiscencias, como una prueba de que la verdadera poesía puede nutrir la mente, retemplar el alma é inocular aliento viril en medio de la lucha y del trabajo de todos los dias. Hay dos puros corazones Tan estrechamente unidos, Que de los dos los latidos Se responden á la par.

Nuestros mismos maridos guardan la imagen de nuestras faldas trabadas y nuestro pasito de palomas, asociando el aire de nuestras figuras a las horas que con mayor intensidad anhelaron la mirada afectiva de nuestros ojos y los latidos de nuestro corazón.

El corazón, fuera de sus quicios, me aporreaba el pecho, y sus golpes me parecían llamadas de medroso desamparado; sentíalos repercutir en lo más profundo de mi cabeza, y llamaradas de fiebre subían a caldearme las mejillas; estremecíanse todas las fibras de mi cuerpo, y veladuras fantásticas iban turbando la clara luz de mis ojos, al compás de los latidos del corazón.

Yo no podía dormir... En vano regularizaba mi respiración, trataba de apaciguar mi pensamiento, me oprimía el pecho para contener sus latidos, ¡en vano!... ¡Yo no podía dormir! El insomnio acabó por vencerme y desmoralizarme. Me abandoné a él como un náufrago que pierde las fuerzas en la corriente.

Palabra del Dia

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